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Los modelos de filtro rígido y atenuado: ¿qué dicen sobre la atención?

Las personas estamos sometidas, constantemente, a situaciones muy complejas en las que un número elevado de estímulos compiten por nuestra atención. Aunque no nos demos cuenta de ello, pasamos mucho tiempo seleccionando lo relevante de lo irrelevante, separando el grano de la paja.

Esto se debe fundamentalmente a que nuestros recursos para procesar información son muy limitados, por lo que si abriéramos el dique de nuestra atención sin ningún control acabaríamos sintiendo cómo se desborda la capacidad de entender qué ocurre alrededor.

Con el fin de conocer cómo funciona nuestro cerebro en situaciones tan frecuentes como esta, se postularon a lo largo del s.XX una serie de hipótesis que marcarían con los años el camino a seguir. De estas, el modelo de filtro rígido y atenuado fue la pionera.

En este artículo abordaremos precisamos los postulados de este modelo clásico, haciendo hincapié especial en los distintos puntos que atraviesa la información desde que se percibe por los sentidos hasta que es almacenada de manera persistente en la memoria.

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Modelo de filtro rígido y modelo de filtro atenuado

El modelo de filtro rígido y el modelo de filtro atenuado proponen una dinámica para el funcionamiento de la atención que destaca por la inserción de un filtro o mecanismo de cribado, mediante el que se depuraría la complejidad del ambiente y se seleccionaría de él aquello relevante. Incluye elementos de la teoría multialmacén sobre la memoria, cuyo conocimiento previo es básico para la correcta comprensión de estos modelos: almacén sensorial, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo.

1. Almacén sensorial

El almacén sensorial es la primera parada en el procesamiento de la información, pues es el espacio en el que se depositan sensaciones procedentes de los órganos de los sentidos.

El hecho perceptivo, a través de cualquiera de sus diferentes modalidades (visual, acústica, olfativa, gustativa y táctil), precisa poco tiempo para ser apresado por el sistema nervioso, pero requiere un análisis algo más elaborado para determinar sus propiedades físicas y sus matices.

En este almacén, de capacidad amplísima pero de duración muy limitada, sedimenta un volumen extraordinario de elementos sobre la situación en la que nos encontramos, aunque casi todos ellos se diluyen en pocos segundos (sin que medie un análisis cognitivo profundo). La información se transferiría desde aquí a la memoria a corto plazo, tras ser tamizada por el filtro atencional, que se abordará en detalle más adelante.

2. Memoria a corto plazo

Después de que la información procedente de los sentidos haya cruzado el citado almacén sensorial, esta se proyectaría a la memoria a corto plazo. En este momento se retiene una abstracción de la imagen sensorial, una suerte de interpretación del objeto sobre el que se depositó la atención.

Esta interpretación es una imagen inexacta, puesto que ha sido sometida a un primer proceso de elaboración cognitiva en el que pueden haberse alterado algunas de sus propiedades objetivas.

Esta memoria tiene una menor amplitud que el almacén sensorial, pero su duración es muy superior. De esta manera, la retención (ahora consciente) de estos datos puede prolongarse durante algunos minutos, pero tenderá a su disolución si es valorada como irrelevante por el receptor. En términos generales, se estima que un individuo (en circunstancias normales) puede retener hasta siete elementos sencillos en esta estación del procesamiento, siendo la horquilla normal de tres a once.

La amnesia anterógrada aporta información fehaciente sobre la existencia misma de este almacén, y es uno de los argumentos que más habitualmente se usan por los defensores de la compartimentalización de la memoria. Este fenómeno describe la formación de nuevos aprendizajes que apenas duran unos minutos, tras los cuales desaparecen sin consolidarse en ningún caso (por lo que no entrarían nunca en el almacén a largo plazo).

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3. Memoria a largo plazo

Cuando la información ha sido percibida por los órganos de los sentidos, remitida hasta el almacén sensorial y derivada a la memoria a corto plazo, se produce un proceso de análisis consciente sobre su importancia con el fin de trasladarla a la última estación: la memoria a largo plazo. Es en este lugar donde habitan los recuerdos declarativos que distan mucho en el tiempo, y a los que recurrimos de forma voluntaria cuando lo deseamos.

La memoria a largo plazo tiene una duración indefinida, pudiendo prolongarse durante toda la vida. Aquí se almacena una cristalización declarativa de los hechos vividos (episódicos), el conocimiento sobre el mundo (semántico) y las destrezas adquiridas (procedimental); todo ello necesario por su relevancia emocional y/o su valor adaptativo. Son muchas las regiones cerebrales implicadas en ella, por lo que suele verse afectada durante la evolución de los procesos demenciales.

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Los modelos de filtro

Una vez conocidos los distintos almacenes en los que se divide la memoria, y tras el análisis de su proceso desde que el objeto es captado por los sentidos hasta que eventualmente se almacena de una forma duradera, resulta más sencillo comprender el modelo de filtro rígido y atenuado. Estas teorías se elaboraron con el fin de comprender el modo en el que un ser humano atiende situaciones complejas en las que información muy diversa compite entre sí para ser percibida, procesada y almacenada.

Así, explora las características de la atención selectiva: cómo discriminamos información del ambiente cuando este es complejo, con el fin de recoger lo relevante y articular respuestas idóneas según el contexto. Aquí revisaremos dos hipótesis pioneras sobre este asunto: el filtro rígido (Donald Broadbent) y el atenuado (Anne Treisman), siendo ambas el cimiento teórico sobre el que se construirían las elaboraciones teóricas posteriores (como el modelo de filtro tardío u otros).

Para aproximarnos mejor a estos modelos, lo más útil es plantear un ejemplo: imaginemos que estamos reunidos con un amigo o amiga en un bar, tomando café, mientras nos cuenta una historia interesante. ¿Cómo focalizamos la atención sobre sus palabras si el ambiente está inundado de otros sonidos que compiten con ellas (como gente hablando, tintineo de cubiertos e incluso coches que circulan cerca de donde estamos)?

Con el fin de explorar qué ocurre en nuestro cerebro en situaciones cotidianas como esta, los autores utilizaron un procedimiento de tipo experimental conocido como escucha dicótica, y que consiste en la emisión simultánea de dos mensajes diferentes a través de cada uno de los canales auditivos (con la ayuda de unos auriculares). El participante permanecería sentado escuchando su contenido (números, palabras, etc.), y tras la exposición señalaría aquello que cree haber percibido.

Con este método sencillo se podían explorar las dinámicas de la atención selectiva, una de las expresiones de esta función ejecutiva, que consiste en la elección de un estímulo relevante y la omisión de los irrelevantes cuando ambos se presentan al mismo tiempo. Es una destreza básica para el desarrollo de las actividades de la vida diaria, junto a la atención sostenida (o vigilancia) y la dividida (abordaje eficiente de dos tareas importantes o más a la vez).

Si bien es cierto que tanto Broadbent como Treisman coincidían en los aspectos básicos, como la existencia de un almacén sensorial y el proceso de transmisión de la información de la memoria a corto plazo hasta el almacén a largo plazo, mostraron algunas discrepancias relacionadas con el concepto de “filtro”. En los dos casos se contemplaba su existencia como una fase de cribado previo de la complejidad estimular, pero se mantenían visiones distintas relacionadas con su grado de permeabilidad (como se verá más adelante).

1. Modelo de filtro rígido

El uso de un filtro podría asemejarse, según palabras del propio Broadbent, al "cuello de una botella". Aunque el campo estimular en el que nos ubicamos pueda ser muy complejo, nuestras capacidades cognitivas solo permiten que un discreto porcentaje de este se procese y analice sin sobrepasar los recursos de los que disponemos. Con este propósito, el filtro actuaría como criba de la diversidad ambiental para traducirla a términos claros, operativos y manejables.

Este filtro se ubicaría, según el autor (aunque posteriormente fuera puesto en duda desde el marco del filtro tardío de Deutsch y Deutsch), justo al final del almacén sensorial y antes de la memoria a corto plazo. De esta manera, los estímulos serían procesados en serie, y nunca en paralelo (lo que implica que la información se analiza de uno en uno y jamás de manera simultánea). Con este filtro se facilitaría una selección de lo relevante y lo irrelevante, de manera que lo primero trascendiera hasta la memoria a corto plazo y lo segundo fuera omitido de forma radical.

Según Broadbent, el criterio de tamizaje sería la propiedad física del estímulo, como el tono o el volumen de la voz humana, así como la imprevisibilidad con la que irrumpiera en el campo perceptivo. Sea como fuere, a partir de estas variables el individuo elegiría lo que le resulta relevante, mientras que el resto de los elementos quedaría completamente ignorado sin llegar a ser atendido ni comprendido.

Broadbent aportó evidencia empírica mediante la escucha dicótica, a través de una condición experimental que consistía en la emisión de una breve lista de números en cada uno de los oídos del evaluando. Por ejemplo, si por el oído izquierdo escuchaba la secuencia 947 y por el derecho la 246, solo se recordaría una u otra (pero nunca información que combinara las dos fuentes o la totalidad de los ítems incluidos en el ensayo). Concluyó que cada uno de los oídos funcionaría como un canal independiente, eligiéndose solo uno de ellos y omitiéndose por completo el otro.

2. Modelo de filtro atenuado

El filtro atenuado fue propuesto por Treisman, tras sus intentos por replicar los hallazgos de Broadbent. Entre las propuestas de estos dos autores existe una diferencia básica, ubicada precisamente en las cualidades del filtro como elemento inserto dentro del procesamiento de la información.

Treisman consideraba que no se producía un bloqueo absoluto del estímulo no atendido, sino que este era procesado de algún modo pese a que la persona tratara de focalizarse sobre lo relevante. Los mensajes inatendidos verían rebajada su saliencia, pero no desaparecerían.

Como Broadbent, usó la escucha dicótica para probar su hipótesis. En este caso se utilizaron mensajes de tipo verbal (frases con sentido), pero dividiendo los segmentos informativos de modo particular.

Por ejemplo, a través del oído izquierdo se reproducirían de forma sucesiva dos mensajes sin conexión lógica (como “cogí un abrigo atrapamos cuatro peces”), mientras que en el derecho sonaría otro muy similar en cuanto a estructura (“fuimos a pescar porque hacía frío”). En tal supuesto, la persona diría escuchar “cogí un abrigo porque hacía frío” o bien “fuimos a pescar y atrapamos cuatro peces”, demostrando que había atendido a ambos mensajes a la vez.

La explicación de este hallazgo para Treisman consistía en que el filtro no anula por completo el mensaje inatendido, sino que este continúa siendo procesado a algún nivel y puede pasar a acaparar la atención sí aporta congruencia a lo que se estaba percibiendo hasta ese mismo instante. También demostró, por ejemplo, que las personas recordaban aspectos básicos de la información "ignorada", incluso usando el paradigma del propio Broadbent (cambios en el volumen de la voz, timbre, tono o sexo del locutor; así como la reproducción del nombre del sujeto evaluado).

Así, determinadas condiciones del individuo (como su experiencia vital o sus expectativas de futuro), serían las responsables de atribuir relevancia perceptiva al estímulo. Además, el filtro actuaría debilitando los mensajes menos relevantes, pero estos no serían inhibidos por completo (como se sugería en el filtro rígido). Existiría por tanto un procesamiento básico a nivel semántico (de tipo precategorial) con el que se optimizarían las tareas de selección sin saturar el sistema cognitivo.

Referencias bibliográficas:

  • Driver, J. (2001). A selective review of selective attention research from the past century. British Journal of Psychology, 92, 53-78.
  • Lee, K. y Choo, H. (2011). A critical review of selective attention: An interdisciplinary perspective. Artificial Intelligence Review, 40(1), 27-50.