Las personas crecemos no únicamente en lo que a desarrollo físico y cognitivo se refiere, sino también en lo emocional. La madurez se entiende como el momento en el que nos valoramos más a nosotros mismos y respetamos a los demás.
Son muchos los pequeños detalles que indican que estás creciendo como persona. Entre ellos, podemos destacar 10 señales de que estás madurando, que son las que veremos a continuación.
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Las principales señales de que estás madurando emocionalmente
La madurez es difícil de definir. Algunos la consideran una mera cuestión cronológica, en tanto que si se alcanza la adultez se es maduro. Sin embargo, la mayoría sabe que la madurez no es algo que se tenga por cumplir años, sino por haber alcanzado un grado de reflexión emocional que influye en todas nuestras áreas de la vida, tanto laboral como social y sentimental.
La madurez se demuestra con gestos, actitudes, expectativas y pensamientos hacia la vida y todos los retos que nos plantea, Madurar es entender que ha llegado ese momento de la vida que uno comprender que no hay amor más poderoso que el amor propio, respetando a los demás pero también no permitiendo que los demás nos trate de manera injusta. Es vivir y dejar vivir, sin hacer daño ni dejando que los demás nos lo hagan.
Son muchas las señales que indican que estás madurando y a continuación vamos a hablar de las 10 más importantes.
1. Dejas ir cuando es hora
Todo el mundo tiene miedo a dejar ir aquello que ama o con lo que se siente cómodo. Es normal sentir apego tanto hacia personas como a cosas y rutinas, pero en la vida nada es permanente y hay momentos en los que sabemos que es hora de decir adiós, el momento de cambiar.
Estás madurando cuando dejas ir cuando es hora, sabes decir adiós a aquello que sabes que ya no te aporta nada o que es necesario cambiar, aunque preocupe lo que pueda pasar después.
2. Valoras el pasado, pero no te refugias en él
A lo largo de nuestra vida hemos tenido momentos buenos y momentos malos. Son muchas las experiencias que hemos tenido en nuestra vida y que debemos valorar puesto que de ellos se extraen valiosos aprendizajes
La nostalgia nos sirve para buscar en tiempos pasados algo que nos pueda ser útil en nuestro presente, algo que sabe hacer una persona madura sin caer en la trampa de refugiarse en supuestos “tiempos mejores”. Las personas emocionalmente maduras entienden la importancia de vivir en el presente, superando y aceptando lo que sucedió.
En muchas ocasiones nos damos cuenta de lo felices que fuimos durante una época después de haber llegado a su fin. Esto quiere decir que ahora mismo puede que también vivamos un tiempo muy feliz pero que, si no lo valoramos ni aprovechamos todo lo que nos aporta, lo veremos como un momento perdido cuando llegue a su fin.
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3. Separas lo racional de lo emocional
Una señal de madurez es reconocer lo que se piensa y lo que se siente. Es difícil impedir que nuestros pensamientos se mezclen con nuestras emociones, pero una persona madura intenta hacer este esfuerzo intentando separar su parte racional de la emocional. Madurez es tener una conciencia especial de los pensamientos y sentimientos, tanto propios como ajenos.
Cuando nos enfadamos y decimos todo lo primero que se nos viene en mente no somos honestos, sino agresivos. Esto puede hacer que digamos cosas de las que nos arrepentiremos cuando nos calmemos porque, aunque sean en parte verdad, estando malhumorados podemos herir a los demás empeorando la situación.
En cambio, cuando estamos calmados, vigilamos más lo que decimos y, aunque seamos sinceros, tratamos de decirlo sin herir a los demás. Esa es la actitud de una persona emocionalmente madura, que separa lo racional de lo emocional, sabiendo que las emociones juegan malas pasadas.
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4. Dejas de quejarte
Una de las actitudes más comunes en las personas que todavía no han madurado es no parar de quejarse por cosas de las que no están de acuerdo pero, irónicamente, no hacen absolutamente nada para cambiarlas. Cierto que tienen derecho a decir su opinión o no estar conformes con lo que ven, oyen o viven, pero si quieren que las cosas vayan como a ellos les gusta deberían intentar hacer un esfuerzo para cambiarlo.
Cuando una persona madura está disconforme con algo, en vez de perder el tiempo quejándose, trata de ver si puede hacer algo para cambiarlo. Sabe que solo hay dos aptitudes frente a los problemas de la vida: o los cambias o los aceptas.
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5. Empatizas y escuchas a los demás, pero no dejas que sus emociones te abrumen
Las personas maduras son capaces de manejar sus emociones, pero también las que ven en otras personas. Identifican los estados emocionales ajenos, entendiendo por lo que están pasando los demás y tratan de ayudarles, pero sin sentirse abrumados por problemas que puede que ellos no puedan cambiar.
La empatía y la escucha activa son dos rasgos indispensables en toda persona que se haga llamar madura. Sin embargo, también hay que entender que no podemos solucionar la vida a los demás, puesto que quizás tienen problemas que solo pueden cambiar ellos. No podemos convertir los problemas de los demás en nuestras luchas personales.
6. Aceptas tus propias limitaciones
Nadie es perfecto. Todos cometemos errores, a veces realmente estúpidos. ¿Qué se le va a hacer? al fin y al cabo somos humanos. Pero de la misma manera que nuestra naturaleza nos impide hacer todo perfecto sí que también es cierto que tenemos el raciocinio suficiente como para aprender de nuestros errores.
Fallar es humano y no nos debemos fustigar por ello, sino sacar un aprendizaje de aquello en lo que erramos y tratar de evitar que vuelva a ocurrir. Un signo de madurez es aceptar nuestras limitaciones y, en la medida de lo posible, trabajar para mejorarlas.
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7. Te abres emocionalmente
Pese a que la mayoría de las personas tienen empatía, esto no quiere decir que sean adivinos. A veces resulta francamente difícil saber qué es lo que sienten los demás si no nos lo dicen, y esto también se aplica en la dirección inversa.
Las corazas emocionales no nos hacen bien ni a nosotros ni a nuestros seres queridos. Una persona madura emocionalmente sabe que la mejor manera de que los demás nos ayuden es darles la oportunidad, explicándoles qué es lo que nos puede estar pasando, qué es lo que sentimos y preguntándoles si alguna vez han vivido lo mismo. ¿Quien sabe? puede que dé la casualidad de que hayan pasado exactamente por lo mismo.
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8. Pides disculpas cuando es necesario
Hacer daño, aunque sea sin querer, no nos exime de haberlo hecho y por lo tanto pedir disculpas. Puede que hiciéramos daño sin pensarlo, haciendo un comentario que no creíamos que fuera ofensivo para la otra persona o puede que, en un afán por ayudarla, acabamos hundiéndola todavía más en la miseria de sus desgracias.
Madurar significa que somos capaces de identificar las heridas emocionales que puede que hayamos cometido y, en consecuencia, tratar de curarlas pidiendo disculpas a la persona damnificada.
9. Valoras más a tu familia
Llega un momento en nuestras vidas en el que vemos todo lo bueno que ha hecho nuestra familia por nosotros. Nuestros padres, quienes durante nuestra adolescencia los veíamos como un foco de agobio y tensión, de repente se convierten en esas dos personas que nos entienden y que nos pueden dar consejos en lo laboral y sentimental.
También maduras cuando entiendes que debes pasar más tiempo con tu familia, puesto que llegará el día en el que no estén. Escucha las historias que tienen que contar tus padres porque, aunque no te resulten muy interesantes, son esos momentos que pasas con ellos los que recordarás con mucha nostalgia cuando ya hayan partido.
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10. Te importa más tu salud que la opinión ajena
Llega un momento en tu vida que te cuidas más. Haces ejercicio, cuidas tu alimentación, meditas, haces yoga y vas al psicólogo. Puede que no hagas todo esto, pero sí que has decidido incluir en tu vida alguno de estos hábitos saludables.
Uno podría pensar que lo haces porque quieres verte mejor y que los demás te valoren más, pero en realidad eso te da igual. No lo haces por apariencia física ni tampoco para que los demás te tomen por una persona que se cuida, sino porque realmente te importa más tu salud que la opinión ajena.
Cierto que querer estar guapo o guapa no es signo de inmadurez. Todos tenemos derecho a querer vernos bien. Sin embargo, cuando maduras cuidas tu mente y cuerpo porque sabes que la persona más importante en tu vida eres, efectivamente, tú mismo. Madurar es entender que el amor que más importa es el propio.
- Goleman, D. (1996): Inteligencia emocional. Barcelona, Kairós.