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¿Por qué me siento culpable por todo y cómo dejar de hacerlo?

Es abrumadora la cantidad de personas que acuden a consulta con un gran sentimiento de culpa, del que, a veces, ni siquiera son conscientes.

Esta es una emoción autogenerada, en base a las creencias internas que tenemos acerca de lo que está bien y lo que está mal, comparando lo que hemos hecho con lo que deberíamos haber hecho según nuestra escala de valores. Pero, ¿de dónde nace todo esto?

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Causas del hecho de sentirnos culpables por todo

Partimos de la base de que todas las emociones son adaptativas y cumplen una función dentro de nosotros/as. Cuando la culpa es funcional, nos ayuda a reconocer nuestros errores y a repararlos, y a realizar un trabajo de aprendizaje, pudiendo no volver a cometerlos en un futuro.

Para que este proceso funcione, existe lo que se denomina la conciencia moral: es un conjunto de normas y valores que hemos ido asumiendo e interiorizando desde que éramos niños/as, para poder tener una ética que nos guíe, diferenciando lo que está bien de lo que está mal, para poder interponer unos límites en nuestra conducta y nuestra forma de pensar, y en las de los demás.

Vamos aprendiendo todo esto a través de la educación en la familia, en la escuela, en las creencias religiosas, en los mensajes que nos llegan a través de los medios de comunicación... y las personas que nos rodean, se convierten en modelos para nosotros/as.

Pero, ¿cómo sabemos si esta conciencia moral es demasiado rígida y nos está perjudicando? Cuando sentimos a menudo que sobrepasamos estos límites y convivimos casi a diario con la culpa, es posible que debamos flexibilizar nuestra conciencia moral.

El problema es que, en este juicio, nosotros/as mismos/as somos abogados/as, jueces/zas y acusados/as; y en estas circunstancias, difícilmente podemos asegurar unas condiciones que garanticen la objetividad del “dictamen de culpabilidad”, por lo que, nos castigamos sin control y sin medida.

Así, esta culpa necesita de tres factores principales para tener lugar:

  • El acto causal, ya sea real o imaginario.
  • La percepción y la autovaloración negativa de este acto que, es importante señalar que tan sólo son ideas, y no tienen por qué ser reales.
  • La emoción negativa que aparece tras los dos anteriores, en relación a la culpa: el remordimiento. Éste es el que funciona como castigo, en forma de tristeza, angustia, frustración, impotencia, entre otros, y de pensamientos reiterativos e improductivos.

El sentimiento de culpa habitual o permanente puede estar afectando a nuestra autoestima, ya que, tendemos a distorsionar la realidad, a tener un autodiálogo limitante y desgastante, y a construir un autoconcepto negativo.

Al hablar de la culpa, estamos muy cerca de conceptos como la autoestima, el perfeccionismo, la falta de autoconfianza, la autocensura, el miedo, la asertividad, la regulación emocional... Así, la culpa está directamente relacionada con la mayoría de los problemas emocionales más habituales en nuestra sociedad, siendo difícil, en muchas ocasiones, la identificación de la causa o la consecuencia entre ellas, ya que se establece un círculo vicioso en la relación entre ambas.

Ejemplos

Veamos algunos ejemplos de este fenómeno.

"Me considero una buena madre, porque siempre estoy ahí si mi hijo me necesita: le cuido, juego con él, realizo por él las tareas de la casa… Pero, un día, me siento enferma y, evidentemente, no puedo hacer todo lo que hago normalmente: necesito quedarme en la cama y descansar. Entonces, empiezo a pensar que soy una mala madre, porque le estoy descuidando, es mi obligación estar ahí para él".

En este caso, al interpretar de esa forma esta situación, la persona sentirá angustia, frustración y culpa. Pero, ¿crees que es justo o acertado?

"Tengo pareja, y siempre estoy haciendo planes con él, habiendo dejado de lado prácticamente a otras personas. Un día, mis amigas me proponen un plan que llevo tiempo deseando poder hacer con ellas, y por supuesto, me apunto. Al momento, empiezo a pensar que soy una mala novia por abandonar a mi pareja".

En este caso, la persona también se sentirá culpable. ¿Crees que es sano, o ajustado a la realidad?

¿Cómo podemos dejar de sentirnos tan culpables por todo?

Por supuesto, entran en juego muchas otras creencias sobre las que hay que trabajar, pero la clave está en diferenciar la responsabilidad de la culpa.

Si nos responsabilizamos de nuestras acciones y aceptamos nuestras limitaciones y todo lo que no tenemos bajo nuestro control, podremos ir adaptándonos en base al aprendizaje de nuestra experiencia, y cambiando lo que es mejor para nosotros/as y los/as demás:

  • La culpa habla de nosotros/as como persona global; es un juicio determinante e inamovible, por lo que nos bloquea, no dejándonos opción al cambio.
  • La responsabilidad nos facilita concretar y hacernos cargo de algo determinado, permitiéndonos cambiar o modificar lo que necesitemos o creamos conveniente.

En conclusión, la culpa depende de una parte de nosotros/as sobre la que podemos trabajar y actuar; podemos aprender estrategias para liberarnos de la culpa desadaptativa, permitiéndonos ser personas responsables.

Esto es algo que muchas personas vienen solicitando en terapia, por lo que, si necesitas ayuda o tienes cualquier consulta con respecto a este tema y/o cualquier otro, no dudes en contactar con nosotros/as, ya que estaremos encantados/as de poder ayudarte.