Durante mucho tiempo se ha puesto el foco de atención al por qué estamos tristes o por qué padecemos un trastorno, con la clara intención de “corregir” el problema.
Sin embargo, de lo que se habían olvidado muchos psicólogos y psiquiatras es el entender por qué reímos, para fomentar la risa y promover un bienestar psicológico a largo plazo.
Pese a que las investigaciones han ido expandiendo un poco más esta cuestión en los últimos años, lo cierto es que esta pregunta sigue despertando muchas incógnitas todavía. Veamos un poco más a fondo esta cuestión.
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¿Por qué reímos los seres humanos?
A lo largo de la historia de la psicología se ha prestado mucha atención a los aspectos negativos y patológicos antes que los positivos a la hora de tratar de entender cómo se originan. Ya sea la ansiedad, el estrés, la depresión o la ira, estas emociones han sido ampliamente estudiadas, con la intención de averiguar cómo corregirlas. En cambio, las emociones positivas han sido contempladas únicamente como el resultado deseado, sin entender por qué se producen.
Afortunadamente, la visión ha ido cambiando. Actualmente se trata de entender el origen del malestar de la persona, hace que se relacione de forma más saludable y que alcance el bienestar, pero entendiendo cómo producir esa situación positiva y mantenerla. Esta idea ha sido muy defendida en corrientes como la psicología positiva, de la mano de Martin Seligman, promoviendo la aceptación y comprensión de las emociones positivas, sin patologizar las emociones negativas o tratarlas como terriblemente indeseables.
Reír es indudablemente bueno, teniendo múltiples beneficios a nivel orgánico. Se lo ha relacionado no únicamente con que poseamos un mayor bienestar físico y emocional, sino que también adquiere un papel muy importante a nivel evolutivo, demostrado en nuestras relaciones sociales. Pese a todo esto, no ha sido hasta hace mucho que se ha tratado de abordar la risa de forma científica, con la intención de responder a la pregunta de por qué reímos. Esa pregunta tan simple y, a la vez, tan compleja, que su respuesta todavía sigue siendo, a grandes rasgos, un misterio.
La importancia de reír
La felicidad, la alegría, el humor y la risa son fenómenos positivos necesarios para nuestro organismo. En la mayoría de los casos, y siempre que se dé en los contextos adecuados, estas emociones tienen una clara función adaptativa, a nivel personal y social. Normalmente, cuando nos reímos con otras personas estamos actuando de forma claramente prosocial, dándoles señales de que disfrutamos estando con ellas, algo que potencia los vínculos relacionales.
La risa es un componente no verbal muy importante a la hora de comunicarnos. Es la forma no explícita de indicar que lo que estamos diciendo o bien es una broma o es algo que se debe interpretar con humor. Por ejemplo, si decimos algo que parece ser serio pero, a la vez, echamos una risa, es como si estuviéramos quitándole hierro al asunto. Suaviza el golpe y evita que se tenga un momento incómodo con otras personas, conservando las relaciones.
Y es aquí donde adquiere su importancia evolutiva. La risa es un fenómeno que se ha observado en otras especies, muchas de ellas cercanas a la humana (bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes) y, también se ha visto en los zorros. La risa en el mundo animal sirve para indicar que, cuando se está realizando una determinada acción, esta no va en serio, por ejemplo en las “peleas” o los mordiscos entre zorros. Es su forma de decir que “solo están jugando, que no hay de qué preocuparse”.
Otro aspecto importante de la risa es su función reguladora de la conducta grupal, atribuido al hecho de que se pueda contagiar. Al igual que sucede con los bostezos y con la postura, la risa es contagiosa, haciendo que los integrantes de un grupo se sincronicen riendo todos a la vez, aunque no tengan un motivo claro para ello.
El motivo por el que la risa sea contagiable tiene que ver con unas neuronas muy importantes para el ser humano: las neuronas espejo. Estas neuronas tienen gran importancia en nuestra conducta, dado que es lo que nos permite replicar los gestos de los demás. Pasaría lo mismo con la risa: al ver a otra persona reír, se activarían estas neuronas y replicaríamos su conducta.
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¿Qué beneficios tiene la risa?
La risa influye muy positivamente a nivel orgánico. Estimula el sistema inmune, lo cual se traduce en mayor resistencia frente patógenos. También se ha observado que gracias a ella nuestro umbral del dolor aumenta, es decir, nos hace menos sensibles al dolor. Es por este motivo que terapias como la risoterapia se han mostrado útiles en contexto hospitalaria y tratamientos médicos varios. Si bien no se cura la enfermedad, se hace que la persona quien padece dolor crónico no lo sienta tanto.
Se ha observado que reír contribuye a una reducción de los niveles de colesterol y una mejora en la oxigenación de la sangre. No se debe pensar que reír es sinónimo de correrse una maratón, pero sí que resulta ser un buen ejercicio aeróbico. Gracias a sus efectos se ha podido relacionar el ser una persona risueña con tener hasta un 40% menos de problemas vasculares, haciendo que se viva de media unos cuatro años y medio más. Es decir, se podría decir que lo del dicho popular de “reír alarga la vida”.
Pero, además de lo físico, es obvio que la risa influye en nuestra salud mental. El acto de reír contribuye a aplacar la ira, lo cual, además de reducir el riesgo de padecer problemas cardíacos, evita que se tengan problemas relacionales. Además, contribuye a subir el estado anímico, incrementando los niveles de dopamina y endorfinas, hormonas implicadas en el bienestar psicológico.
¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando nos reímos?
Gracias a las modernas técnicas de neuroimagen se ha podido ver cómo se comporta el cerebro cuando nos reímos.
Primero, para que se dé la risa es necesario que nuestro cerebro interprete un estímulo recibido como algo incongruente. Es decir, cuando nos relacionamos con el mundo, nuestro cerebro espera que las cosas pasen de acuerdo a sus previsiones racionales. Si algo se sale de ese razonamiento, el cerebro lo interpreta como un incongruencia, lo cual le sorprende.
Esto es fácil de entender cuando nos cuentan un chiste. Nos hace gracia porque el “punchline” nos ha sorprendido. Esta percepción de la incongruencia sorpresiva ocurriría en la región prefrontal dorsolateral y unión temporoparietal del hemisferio dominante.
Posteriormente, y como respuesta a esa incongruencia, el cerebro activa el circuito de recompensa. Esto lo hace liberando dopamina, que es el neurotransmisor que produce esa sensación placentera asociada con la risa y la felicidad. Es por este motivo que se puede decir que la risa está muy íntimamente relacionada con otros fenómenos placenteros, en los que también se activa el circuito de la recompensa, como lo son el consumo de drogas, el sexo, estar en una relación social o comer.
El fenómeno del humor
En nuestra especie la risa es innata, empezando a manifestarse superadas las primeras cinco semanas de vida. El hecho de que la risa sea algo universal se puede comprobar con las personas sordas, ciegas o sordociegas. En estos tres colectivos, siempre y cuando no haya un trastorno comórbido asociado a problemas relacionales, la risa es un fenómeno que se da de forma natural, aunque nunca la hayan visto y/u oído.
Cualquier cosa, por muy simple y banal que sea, puede hacernos reír. Sin embargo, no se debe confundir risa con el humor, un componente que si bien está muy relacionado con ella no es universal. El humor depende de factores culturales, de personalidad y de desarrollo, haciendo que cada persona tenga un sentido muy diferente de aquello que le provoca risa.
Es por este motivo que hay personas más serias que otras, dado que su idea de lo que es gracioso puede ser mucho más estricta que la nuestra. También factores como la edad y el sexo influyen. Las mujeres se ríen más, disfrutando más del humor, dado que se ha visto que en ellas se activan dos áreas concretas del cerebro relacionadas con el cerebro: la del lenguaje y la de la memoria a corto plazo.
Se ha visto, además, que no nos reímos todos de la misma manera. El psicólogo Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones, pudo llegar a diferenciar hasta 16 tipos de sonrisas y risas diferentes, cada una con un significado emocional e interpretación diferente. Además, se ha llegado a investigar sobre lo verdadera o falsa que es la risa, teniendo como pionero en estos estudios a Guillaume Duchenne, quien observó que la forma en cómo se achinan los ojos en la risa falsa es muy diferente a cómo se hace en la verdadera.
El síndrome de la risa patológica
De la misma manera que la risa puede ser sinónimo de felicidad e implicar múltiples beneficios a nivel orgánico, también puede ser indicativo de que se está padeciendo un grave problema. Hay risas que son provocadas por el estrés, la ansiedad, la tensión o como consecuencia de una lesión neurológica.
La risa que es disfuncional, manifestándose de forma incontrolada y con una intensidad desmesurada es lo que se conoce como síndrome de la risa patológica, que también puede transformarse en llanto y alternar de forma rápida entre la euforia y la tristeza.
Este síndrome se puede observar en múltiples condiciones médicas y psiquiátricas, como es el caso de la esquizofrenia, varios tipos de demencias, el síndrome de Angelman, epilepsia, ictus, esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad de Párkinson o tumores cerebrales. En estos casos la risa es un indicador de que se está padeciendo un problema de salud y se requiere intervención médica, quirúrgica, psiquiátrica y psicológica.
Referencias bibliográficas:
- Gervais, M. & Wilson, D. S.. (2006). The evolution and functions of laughter and humor: A synthetic approach. The Quarterly review of biology. 80. 395-430. 10.1086/498281.