La autoestima está cada vez más identificada como un pilar fundamental en la base del equilibrio psicológico y de la adecuada gestión emocional, de manera que repercute en el bienestar de las personas y en una adecuada forma de ser, estar o sentir.
Existen diferentes maneras de querernos poco o casi nada y que no lo parezca. Cuando atribuimos hechos a la mala suerte o a las circunstancias, por ejemplo. Lo cierto es que, en ocasiones, no hacemos cosas para nosotros/as, para cuidarnos, para sentirnos bien, para querernos; y eso puede llegar a ser una forma de destruirnos, de arruinarnos un poco más como personas.
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De la autodestrucción al cuidado de la autoestima
Hay muchas maneras de destruirnos, de hacernos daño sin que sea considerado parte de una patología, pero siendo algo negativo y peligroso. Revisemos algunas ideas que tienen que ver con la autoestima.
1. Aprender a aceptarnos
Somos seres únicos e irrepetibles y estamos en constante evolución y cambio. A veces, nos quedamos con imágenes distorsionadas de nosotros mismos y no incorporamos la aceptación y el reconocimiento a los cambios que vamos logrando. Tampoco aceptamos aquello que no nos gusta como primer paso para modificarlo.
2. Intentar ser críticos en la justa medida
Algunas personas son muy duras con la autocrítica, y eso perjudica seriamente su autoestima. Se martirizan por las decisiones tomadas, se culpabilizan por las consecuencias no previstas y siguen sosteniendo este tipo de pensamientos durante el tiempo suficiente como para que sea insoportable.
Encontrar el equilibrio a la hora de emitir juicios sobre el comportamiento propio es una habilidad que hay que trabajar y desarrollar.
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3. Realizar acciones frecuentes de autocuidado
Es importante hacerlo desvinculando el autocuidado del concepto de egoísmo, claramente mal visto y, a veces, confundido con el de egocentrismo.
Ser egoísta no siempre es malo y autocuidarnos es imprescindible, ya que, si no lo hacemos cada cual, esperamos que lo hagan los demás, sin saber exactamente cuando nos hace más falta. Hablamos de cosas simples que se pueden ir sofisticando todo lo que sea necesario: un desayuno con calma y sin prisas, un rato de lectura, una ducha que no sea contrarreloj o un paseo con tiempo suficiente, quizás una charla distendida o eso que tú sabes que te sienta de maravilla.
4. Promover acciones para conseguir nuestros objetivos vitales
Saber lo que queremos conseguir en cada etapa de la vida y hacer el plan de acción para lograrlo puede ser algo sencillo o muy complejo, pero requiere pararse a pensar en ello, ser responsable en los pasos intermedios y encadenar acciones. Si es lo que quieres lograr, ponte a ello, no esperes que llegue solo.
5. Considerar nuestras necesidades prioritarias de vez en cuando
Si nos dejamos llevar por la urgencia del entorno o de los demás, a veces, nuestras necesidades se quedan en una cola permanente y nunca les llega el turno, salvo que las pongamos en primera fila. De vez en cuando hay que fijarse en eso y reestablecer el orden de necesidades.
La evaluación de la situación inicial
Y ahora llegan algunas preguntas: ¿qué haces intencionadamente para sentirte a gusto dentro de tu piel? ¿Cómo actúas y cómo te hablas? ¿Eres coherente con tus valores y principios?
La inercia, el movimiento que genera la corriente que se produce a nuestro alrededor, en ocasiones nos lleva hacia comportamientos que, en realidad, no son los que queremos o los que nos hacen sentir bien. Es necesario parar y reflexionar sobre ello, darse cuenta de los pensamientos más frecuentes y del lenguaje que utilizamos, porque influye en esos pensamientos y en las emociones que se generan.
Observa tus mensajes internos, quizás van en la línea de “es que no puedo hacer otra cosa” o “no merece la pena ir contra corriente”. Pero es que se trata de ti, de lo más importante que hay en tu vida. Si tú no te consideras importante, y te convences de que “merece la pena” hacer todo lo posible para estar bien, a gusto; entonces dejas de cuidarte, quererte, respetarte y, sin ser del todo consciente, comienzas a autodestruirte y, como consecuencia, a perjudicar a los que están a tu alrededor.
Es sencillo dejarse llevar por el victimismo y colocarse en el lugar de un sujeto pasivo, en vez de considerarnos responsables y tomar iniciativas con la vista puesta en nosotros/as, en sentirnos bien, fuertes, capaces; en aprender de los errores pasados para mirar a las oportunidades futuras. En definitiva, en sentir que cada cual tiene el poder para influir en lo que sucede a tu alrededor.
Sabemos que vivimos tiempos difíciles, abundan las malas experiencias o la desconfianza y aparecen complicaciones nuevas a cada momento. Lo fácil es dejarse llevar por el desánimo y por la tendencia a pensar que no podemos hacer nada, pero... ¿realmente no podemos hacer nada?
Quizás es el momento de cuidar de ti como nunca antes, de fortalecer la confianza y la autoestima de verdad, con convicción y todos los días. Saca tu potencial y prueba las opciones que tienes delante. Experimenta los momentos en que las cosas salen, aunque sea bien, regular o mal. Pero no dejes de hacerlo, de volver a probar tus opciones. Nadie mejor que tú para creer en ti. Cuida tu autoestima, es un valor seguro.