Son varios los mecanismos defensivos propuestos por el psicoanálisis, destacando, sobre todo, la proyección, la represión y la negación.
Estos tres mecanismos son considerados unos procesos psicológicos que, lejos de resultar beneficiosos para nuestra salud mental, pueden acarrear malestar emocional y psicopatología, que emerge en forma de conductas y pensamientos disfuncionales.
Sin embargo, existe un mecanismo que no es considerado tan perjudicial para nuestra salud mental y que, de hecho, nos reporta cierto bienestar: la supresión. Veamos qué es la supresión en el psicoanálisis, y qué beneficios implica.
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¿Qué es la supresión en el psicoanálisis?
Dentro del psicoanálisis se entiende por supresión al mecanismo de defensa que el individuo utiliza cuando trata de mantener alejado de la conciencia un recuerdo, emoción o pensamiento que le causa ansiedad. La persona, al ver que no es capaz de olvidar de forma pasiva la información que le está causando malestar, trata de forma consciente y voluntaria mantener escondido en lo más profundo de su mente ese recuerdo.
El acto de suprimir implica que se mantenga los pensamientos no deseados fuera de nuestro campo de la consciencia, y es un proceso muy relacionado con la represión, la disoaciación y la negación, además de con el acto mundano del olvido. De hecho, cuando Sigmund Freud propuso este concepto de supresión en 1892, lo hizo mirando hacia su idea de la represión, solo que se hace de forma consciente. Tratamos de alejar aquello que puede implicar algún conflicto en nuestra psique si lo recordamos constantemente.
Un ejemplo de supresión en la vida diaria lo tendríamos cuando hemos roto con nuestra pareja. El evento no es agradable y recordar qué sentimientos se tenían en el momento de la ruptura, qué es lo que se dijo, cómo se tomó cada uno el acto de romper entre otros aspectos relacionados, es algo que puede quemarnos si estamos una y otra vez pensando en ello. Tratamos de dejarlo aparcado, mientras hacemos otras cosas que nos otorgan bienestar.
Otro caso lo tendríamos con el fallecimiento de un ser querido. Es obvio que se pasará por un período de duelo, algo totalmente normal tras la pérdida de un ser querido, sea por defunción o por simple ruptura de la relación. Sin embargo, el recordar cómo murió la persona, sobre todo si fue por enfermedad, es algo que no es bueno para nuestra mente. Por eso tratamos de mantener nuestra mente ocupada haciendo otras cosas, o pensar en lo bueno que todavía conservamos, como grandes amistades y familiares.
Estos dos ejemplos anteriores son casos en los que la supresión tiene una clara funcionalidad adaptativa. Es un proceso saludable y permite que la persona manifieste un grado de ansiedad menor o, incluso, dejar de tener esta emoción. De hecho, y dejando de lado brevemente el enfoque psicoanalítico pasando al cognitivo-conductual, en esta terapia, para combatir los patrones de pensamiento disfuncional, los cuales acarrean emociones negativas, una de las estrategias usadas es la supresión: hacer que la persona piense en algo agradable y evite pensar en un evento pasado que le causa malestar.
Sin embargo, y volviendo al psicoanálisis, cabe decir que este proceso no siempre es beneficioso para la salud mental. Esto es así si está intentando alejar de su consciencia algo a lo que debería enfrentarse.
Por ejemplo, imaginemos que tenemos un jefe tiránico que nos trata bastante mal. Sabemos que así no nos debería tratar, pero también sabemos que no podemos encararnos con él porque, de hacerlo, quizás perdamos el empleo. Es por ello que tratamos de olvidar los sentimientos y pensamientos sobre él, y conseguir estar en paz durante un rato. El problema viene que, cuando estamos cerca de él, estos pensamientos tan fuertes intentan salir a flote, cambian nuestra conducta, nos ponemos nerviosos y hacemos mal nuestro trabajo.
Sea como sea, el psicoanálisis, a excepción de este último ejemplo aquí expuesto, considera que el mecanismo de la supresión, junto con otros como el de la sublimación, son de los más maduros que poseemos. Tenemos control más o menos consciente sobre aquello que nos genera malestar y lo tratamos alejar de nuestra consciencia, para así mejorar nuestro bienestar sin que ello implique olvidar por completo el evento desagradable.
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Diferencias entre supresión, negación y represión
La supresión está muy relacionada con otros dos mecanismos de defensa propuestos por el psicoanálisis: la represión y la negación. Estos tres mecanismos comparten como función principal el proteger la psique de la persona aunque tienen diferencias significativas en la forma en cómo se relacionan con la salud de la persona, además de el grado de control que se ejerce sobre los tres mecanismos.
Como ya hemos comentado, la supresión es un mecanismo que implica que un pensamiento, emoción o recuerdo indeseado sean suprimidos de forma consciente. Es decir, el sujeto trata de no pensar en ellos, pero lo hace de forma totalmente voluntaria. No se trata de un oscuro proceso mental que hace que nos olvidemos de algo porque su carga emocional es tan grave que nuestro consciente no sería capaz de soportarlo. Se trata de evitar pensar en ello, así de simple.
Este mecanismo se diferencia de la represión y de la negación en el hecho de que los pensamientos indeseados, pese a que no se quiere pensar en ellos, se pueden recuperar de forma voluntaria. La persona, sin dificultad cognitiva pero sí emocional, es capaz de recordar aquello que ha tratado de olvidar.
En la represión y la negación, la persona no es consciente de sus sentimientos, no es capaz de tener en la consciencia aquello que está reprimiendo o qué está negándose a ver la realidad tal y como es.
La represión implica que pensamientos no deseados sean reprimidos, es decir, ocultados, pero de forma totalmente inconscientes. Son alejados del mundo de la conciencia sin que nos demos cuenta de ello, pero no son eliminados. Los recuerdos permanecen en nuestro inconsciente.
Este mecanismo es comprensible con casos de abuso sexual en la infancia, en donde la persona, para protegerse a sí misma sin enterarse, ha ocultado el recuerdo desagradable en lo más profundo de la mente. Aunque esto afectará a su conducta, por ejemplo, haciendo que tenga una mala predisposición para tener relaciones con otras personas.
¿En qué se diferencian del olvido estos mecanismos?
Tras hablar de las principales diferencias entre supresión, represión y negación, cabe relacionar estos conceptos y, en particular, el de la supresión, con el acto de olvidar. Puede parecer que reprimir y suprimir son simples modalidades del olvido, pero lo cierto es que hay ciertos matices que deben tenerse en cuenta.
Olvidar algo es, en esencia, hacer que una información cualquiera sea alejada, de forma inconsciente e indeseada, aunque no siempre, del campo de la conciencia. Básicamente, consiste en que dejamos de ser conscientes de un recuerdo. Queda guardado en el mundo de la inconsciencia, sin que nosotros lo hayamos deseado así.
El olvido el algo que forma parte de nuestro día a día, básicamente porque no somos unos superordenadores. No podemos ser conscientes y recordar en cada momento todos los datos que hemos almacenado en nuestro cerebro. Necesitamos liberar nuestra conciencia y reservarla para aquellos datos que nos supongan algún tipo de beneficio o de adaptabilidad a corto plazo.
Dado que es algo cotidiano, es normal que se olviden cosas mundanas, como por ejemplo un ingrediente al ir al mercado, no acordarse de que se tenía cita con el médico, tener una palabra en la punta de la lengua… Pero también estas cosas mundanas pueden ser recordadas cuando, de repente, algo relacionado con ellas aparece, como puede ser la lista de la compra, la tarjeta del número de teléfono del médico o que alguien diga esa palabra que tanto nos costaba recordar.
La principal diferencia con la supresión es que éste mecanismo de defensa es consciente, mientras que el olvido no lo es. Además, el evento o sentimiento que tratamos de ocultar en lo más profundo de nuestra mente es algo con una gran carga emocional, mientras que los olvidos cotidianos suelen ser acerca cosas banales.
Con respecto a la represión, sí que es cierto que ambos procesos comparten el hecho de ocurrir de forma inconsciente. Tanto en el olvido cotidiano como en la represión se oculta, de forma no premeditada, un recuerdo o dato. Sin embargo, en la represión se deja de ser consciente sobre un evento terriblemente desagradable, un recuerdo traumático y dañino. En cambio, en el olvido mundano, si bien la naturaleza del dato olvidado puede implicar diferente emocionalidad, lo normal es que sea algo que no es grave.
Referencias bibliográficas:
- Freud, Sigmund. (1915e). The unconscious. SE, 14: 159-204.. (1923b). The ego and the id. SE, 19: 1-66.
- Werman, D.S. (1983). Suppression as a defense. Journal of the American Psychoanalytic Association, 31(S), 405-415.