Uno de los mecanismos de defensa de la psique, planteados por el psicoanálisis, es la represión, el cual autores como Freud lo relacionaron con psicopatología y un gran malestar y disfuncionalidad emocional.
Sin embargo, también Freud planteó un mecanismo que, parecido a la represión, consiste en que en vez de intentar acallar nuestros instintos más básicos, los transforma en algo superior, socialmente aceptado y que tiene un uso útil para el resto de la sociedad: la sublimación.
En este artículo vamos a hablar sobre qué es la sublimación en el psicoanálisis, qué piensan autores de la talla de Freud, Jung y Lacan y como se ha relacionado con el desarrollo de la humanidad.
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La sublimación según el psicoanálisis
La idea de lo que se entiende por sublimación dentro del ámbito del psicoanálisis es variable en función del autor, aunque todos ellos se basan muy sólidamente en el concepto dado por Sigmund Freud de esta idea. Incluso aquellos quienes tienen una postura crítica con la idea freudiana de la sublimación lo toman como ejemplo.
A continuación veremos con más profundidad distintas posturas sobre el concepto, centrándonos sobre todo en quien lo postuló, Sigmund Freud, aunque destacando visiones alternativas como la de Lacan y Jung.
El psicoanálisis de Freud
Dentro de la teoría psicoanalítica más clásica, y de la boca de Sigmund Freud se entiende por sublimación (“Sublimierung” en alemán) al mecanismo de defensa en el cual un impulso, de carácter sexual o no pero socialmente poco aceptado, es transformado en algo que, aparentemente, no tiene mucho que ver con la sexualidad. A su vez, el resultado final del proceso es el de algo que tiene un fin beneficioso para el conjunto de la sociedad, soliendo ser un producto de tipo cultural, artístico, intelectual, científico o deportivo.
La energía erótica del ser humano puede ser expresada, pero dentro de unos límites. Si se tiene un exceso de esta energía y no es socialmente aceptable demostrarla, el sujeto tiene dos opciones: o la sublimación o la represión. Si la reprime, la tensión sexual puede incurrir en psicopatología de acuerdo a los fundamentos del propio psicoanálisis.
Freud consideraba que este mecanismo era mucho más saludable comparados con otros, como la represión, la negación, la intelectualización o la proyección. De acuerdo con su hija Anna Freud en su libro “El yo y los mecanismos de defensa” (1936), la sublimación constituye el mecanismo de defensa superior de la psique.
Cabe destacar que la principal diferencia entre sublimación y represión es la de que en este segundo mecanismo de defensa hay una derivación y canalización de la energía. En cambio, en la represión, la pulsión queda profundamente reprimida y no se canaliza, lo cual daría paso a toda la psicopatología propuesta por Freud cuando se trata de reprimir la energía sexual.
Así lo afirma Freud en su trabajo Continuación de las lecciones de introducción al psicoanálisis (1932). La sublimación no es más que la modificación del fin y cambio de objeto, adecuándolo a lo socialmente aceptable. Es una válvula de escape socialmente aceptable del exceso de energía sexual.
Freud defendía la idea de que la mayor parte de los aspectos superiores de la especie humana, esto son, la cultura y sus derivados, eran el resultado de cómo el ser humano se había autoimpuesto unas normas sociales que, al no permitirle mostrarse sexualmente libre pero no optar por la represión, tuvo que canalizar la energía sexual y darle un uso más aceptado.
La cultura, la civilización, la humanidad no es más que el resultado de sofocar pulsiones sexuales. Así pues, para el psicoanalista vienés, la cultura era visto como un aspecto radicalmente contrario a lo natural, aunque esto no era necesariamente algo malo. La civilización era el resultado de que el ser humano haya reprimido sus instintos más primarios a lo largo de la historia, mediante un sistema de valores que ha ido volviéndose más complejo, penalizando cada vez más la sexualidad.
Freud opinaba que la sublimación era un signo de madurez de la civilización. Era un mecanismo para permitir que la gente se comportara de forma funcional socialmente, es decir, sin romper las normas culturales, que por regla general solían tratar la sexualidad como algo no adecuado para ser tratado en la vía pública y su exceso era visto como un problema.
Ante tal sacrificio, lejos de quedar completamente reprimido o extinta la pulsión sexual, esta habría sido aprovechada y hubiera sido la energía que hubiera permitido crear tesoros del arte, la ciencia, el conocimiento y en conjunto las producciones intelectuales humanas.
Esto es posible verlo en ámbitos en que la sexualidad está muy restringida, como es el caso de los curas medievales, quienes debían cumplir con el celibato y, como no podían satisfacer su necesidad sexual, se dedicaban a la escritura de códices o al estudio de la Biblia, además de ser el grupo que prácticamente monopolizó la cultura durante esa época.
Pero pese a que la definición más general hace referencia a cómo la pulsión sexual debe ser canalizada y transformada en algo socialmente más deseable, sí que es cierto que Freud tuvo en cuenta que no siempre la pulsión original es algo de carácter sexual.
Él mismo habla sobre el caso de un prestigioso cirujano alemán, Johann Friedrich Dieffenbach, quien en su infancia se dedicaba a cortar las colas de perros. Esta conducta, claramente sádica pero no sexual, es preocupante, propia de un niño que de mayor no nos extrañaría que fuera un psicópata. Sin embargo, en este caso en concreto, la canalizó y transformó en un fin más útil, socialmente aceptable, siendo un destacado cirujano, conocido por grandes avances en cirugía rinoplástica y maxilofacial.
Psicoanálisis interpersonal
De la mano de Harry Stack Sullivan, otro psicoanalista conocido aunque quizás no de la talla de Freud, viene lo que se conoce como psicoanálisis interpersonal. Dentro de esta corriente psicoanalítica, y definido por Sullivan, se entiende que la sublimación es una sustitución involuntaria que da como resultado una satisfacción parcial pero con amplio apoyo social de algo que, si bien nos daría un gran placer, la sociedad no lo vería con buenos ojos.
Esta sustitución puede ser algo que realmente no queremos, pero es la única forma que tengamos, por muy pequeña que sea, satisfacción sin que realicemos una conducta muy disruptiva para el resto de la sociedad.
Sublimación según Jung
Carl Gustav Jung consideraba que la sublimación era algo místico procedente de la naturaleza, lo cual era significativamente diferente del punto de vista freudiano, quien le daba una explicación bastante detallada y, en cierta manera, lógica del comportamiento humano.
Freud, como ya hemos comentado, consideraba que el concepto de sublimación permitía entender cómo la humanidad había transformado los instintos sexuales en algo no sexual, con un fin diferente y sustancialmente beneficioso para el conjunto de la humanidad.
Jung se mostró crítico con la concepción de Freud, dado que consideraba que el psicoanalista vienés habían intentado definirla de una forma que la hiciera parecer científica creíble. Para Jung la sublimación es un proceso no tan voluntario como Freud sostenía en un principio. No era la simple transformación de impulso sexual en algo diferente porque la sociedad no quería que nos mostráramos sexualmente libres. Para el psicoanalista suizo, la sublimación era algo muy misterioso, de naturaleza alquímica.
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Das Ding, sublimación y Lacan
Jacques Lacan relaciona la idea de sublimación con el concepto de “Das Ding” (“La cosa”). Das Ding es una noción abstracta, y una de las características que definen a la condición humana. La concibe como el vacío que experimentamos como seres humanos, el cual intentamos rellenar por medio de relaciones humanas, objetos y experiencias. El problema es que todos los intentos por llenar el vacío que implica Das Ding no son suficientes para tener plena satisfacción individual.
Una vez entendida la idea del Das Ding lacaniano, es posible entender el concepto de sublimación de acuerdo a la óptica del psicoanalista francés. Para él, la sublimación, el hecho de que algo moralmente inaceptable se transforme en un producto socialmente productivo, sea artístico, científico o cultural, se hace para reducir la tensión interna del sujeto.
La ciencia y la religión son ejemplos de cómo se pretende rellenar el hueco que se tiene del mundo, es decir, hay cosas que desconocemos, que queremos conocer más a fondo porque nos despierta incógnitas, y por ello buscamos, ya sea mediante explicaciones teológicas o mediante la investigación científica, respuestas.
Referencias bibliográficas:
- Sigmund Freud, 'Civilization and Its Discontents' (1930) in The Standard Edition Of The Complete Psychological Works of Sigmund Freud – The Future of an Illusion, Civilization and its Discontents, and Other Works, trans. by James Strachey (Hogarth Press; London, 1961), vol. XXI, 79–80
- Anna Freud, The Ego and the Mechanisms of Defence (Karnac Books, 2011), p. 44.
- Carl Jung, Letters, ed. By G. Adler and A. Jaffé (Princeton University Press; Princeton, 1974), vol. 1, 171,
- C. G. Jung, Dreams: (From Volumes 4, 8, 12, and 16 of the Collected Works of C. G. Jung), Princeton University Press (2012), p. 100.