En la actualidad, vivimos en una sociedad en la que hemos normalizado estar constantemente activos, haciendo constantemente alguna que otra tarea.
Hemos crecido aprendiendo que la hiperactivación es algo bueno y que, por el contrario, no hacer nada es una señal inequívoca de estar perdiendo el tiempo. Esta idea frecuentemente nos hace caer en la trampa de estar hiperocupados ya sea trabajando, realizando tareas de casa, quedando con amigos, ir al gimnasio o planificando otro tipo de actividades de ocio. Esto es así porque reconocer que no hacemos nada se ha convertido en un hecho socialmente poco aceptado.
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El valor del aburrimiento
En estos tiempos tan ajetreados, es difícil encontrar la fórmula que nos permita conciliar nuestra vida personal con nuestra vida profesional, por lo que las obligaciones del día a día no dejan lugar a mucho tiempo más. Parece que no seamos capaces de dejarnos un espacio en nuestro día para no hacer nada, es decir, darnos un tiempo para que surja el tan temido, aburrimiento.
Es posible que si por ejemplo nos imaginamos estando una sola hora sin mirar el móvil, la televisión, haciendo tareas de casa o hablando por teléfono o por el whatsapp con otras personas, la simple idea ya nos puede generar malestar.
Lo cierto es que el aburrimiento se ha convertido en una emoción que hemos catalogado como negativa y desagradable. Es por esta razón que muchos de nosotros preferimos que esta sensación poco agradable la queramos bien lejos de nosotros.
Aun así, quizás deberíamos recordar que el aburrimiento es un potente generador de creatividad y productividad. De este modo, si nos permitimos dejar espacio al aburrimiento, veremos cómo la imaginación dará lugar a ideas que nos ayudarán a romper con nuestras rutinas y nos permitirá llegar a reflexiones mucho más profundas.
La tendencia a evitar las horas muertas
Llevamos ya muchos días de confinamiento, y desde hace relativamente poco, parece que nos estemos acercando al inicio de una nueva normalidad. A pesar de que ya se nos permite salir tanto solos como en pareja o con nuestros hijos a pasear o a realizar ejercicio físico, aún siguen siendo muchas las horas que debemos permanecer en casa por el bienestar tanto propio como de los demás.
Desde el principio del estado de alarma y tras el período de adaptación que implica un cambio en nuestros hábitos diarios y nuestras rutinas, muchos de nosotros ya hemos establecido y organizado nuevas rutinas dentro de casa, horarios de levantarnos y acostarnos, horarios en las comidas, buscar un espacio para realizar ejercicio físico, destinar el tiempo necesario al teletrabajo… Hemos intentado buscar la manera de poder ir sobrellevando una situación realmente excepcional que nos ha cogido totalmente desprevenidos y que ha generado un gran impacto emocional en todos nosotros.
Entre todo el entramado de fórmulas para ir gestionando el día a día, también hemos buscado diferentes estímulos para que nos entretengan, pero aún así… ¿estamos aprovechando la situación para dar espacio al aburrimiento? Posiblemente, una gran mayoría de los lectores habrán planificado cada día para que no quepa espacio el aburrimiento debido a que implica, sobre todo inicialmente, cierto malestar. La falta de hábitos en el arte de no hacer nada nos empuja a buscar diferentes distracciones para reducir dicho malestar.
Quizá es interesante plantearnos si podemos hacer del aburrimiento un reto para nuestro autoconocimiento, para descubrir aquellas facetas de nosotros mismos que nunca antes habíamos tenido la oportunidad de dejar fluir.
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El potencial creador de la imaginación
A pesar de que parezca que solo unos pocos afortunados tienen la gran habilidad de ser creativos, de inventar, de construir lo inimaginable a partir de un trozo de papel en blanco, lo cierto es que la creatividad forma parte de la condición del ser humano. Si hacemos memoria y nos vamos a nuestros recuerdos de cuando éramos pequeños, nos acordaremos de la gran capacidad de imaginación que teníamos.
Los momentos en los que surgían los juegos más divertidos y las historias más rocambolescas eran justamente en aquellos en los que no teníamos nada que hacer o nada que nos entretuviera. Era entonces cuando éramos capaces de construir un mundo lleno de aventuras con solo una caja de zapatos, unos rotuladores o una sábana o cualquier elemento que nos encontráramos allá donde estuviéramos.
En aquella época en la que no estábamos constantemente sobreestimulados viendo la televisión, conectados a las redes sociales, jugando a la videoconsola o jugando con alguna de las incontables aplicaciones… era nuestra mente la que, de forma natural y curiosa, se las ingeniaba para construir un mundo mágico.
Y es fácil que nuestro día a día, las rutinas, las preocupaciones y las obligaciones que todos tenemos hayan provocado que nos fuéramos alejando sin prácticamente darnos cuenta de este potencial que todos tenemos dentro. Por ello, os invitamos a dar un giro al confinamiento y aprovechar para entrenar y desarrollar la creatividad que todos disponemos.
Observemos qué es lo que sucede cuando dedicamos un tiempo a aburrirnos y a la creatividad. Dediquemos un tiempo a nuevos desafíos para contribuir a que la cuarentena pueda ser más positiva para cada uno de nosotros. Busquemos un espacio en el día para “planificar” no hacer nada y poder así dejar espacio a ese temido aburrimiento. La creatividad que surge en ese contexto resulta sorprendente.