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Las 3 principales causas del desánimo profundo

El desánimo forma parte de nosotros: todos los seres humanos lo hemos sentido alguna vez.

En septiembre, especialmente, se siente desánimo al regresar al trabajo o ante la paulatina falta de luz solar (en invierno nos desanimamos más). En muchas ocasiones, las personas no saben realmente si padecen un desánimo profundo o incluso un inicio de depresión.

Sentimos apatía, el único deseo de no hacer nada, de no querer relacionarnos, y a su vez ese mismo desánimo nos provoca preocupación y frustración.

¿De dónde vienen esas sensaciones? ¿Cuándo estamos hablando realmente de una depresión? ¿De qué forma gestionas y entiendes ese estado de ánimo?

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¿Qué entendemos por desánimo?

El desánimo es una de las sensaciones más incapacitantes de nuestra vida. No es un estado de ánimo intenso, sino sutil, que va conquistando tus acciones, pensamientos, rutinas y día a día. El desánimo te lleva a cancelar planes, a querer iniciar proyectos pero finalmente vuelves al móvil o al sofá, te aísla y te protege en una burbuja invisible. Una burbuja protectora que, en realidad, te está impidiendo vivir tal y como quieres.

Sentir en ciertas ocasiones de nuestra vida varios días de desánimo o un desánimo profundo es una reacción natural ante estímulos estresantes o debido a un aprendizaje emocional. Sin embargo, hoy día es mucho más frecuente e incapacitante que antes.

Los motivos son claros: ni nuestro modo de vida está adaptado a nuestras necesidades (sino a necesidades económicas, industriales, laborales, etc.), ni nuestro mundo digital de la sobre información nos ayuda (nuestro reciente apego a la tecnología provoca desánimo al funcionar esta tecnología como un mecanismo adictivo... aquí entran tanto un móvil como las redes sociales, plataformas de streaming, etc.), y sobre todo, porque nuestra cultura nos hace ignorar el desánimo, taparlo, hasta que ya consideramos que la depresión nos atrapó.

En mi trabajo como psicólogo y coach acompañando a personas en sus procesos de cambio personal, cada vez son más quienes sienten un desánimo recurrente. Puede ser el primer problema que quieren cambiar, o a veces el desánimo acompaña a la ansiedad. Este aumento no debe relajarnos: debemos abordar el problema desde su raíz, no solo con parches. ¿Por qué nos desanimamos tanto? ¿Cómo gestionar esa sensación para que no sea tan intensa, frecuente y duradera?

Aquí voy a hablarte de las 3 causas principales del desánimo y sus soluciones según los casos reales de las personas que tenían este problema en los últimos años y a las que he acompañado en sus procesos para que lo solucionaran al 100%. Vamos a por ello.

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Las causas del desánimo profundo, y cómo os afectan

El desánimo es una sensación asociada con la tristeza, que incluye cansancio y la idea de que lo que hagamos no merecerá la pena. Pudiéramos entender el desánimo como una especie de tristeza de baja intensidad pero que se mantiene con los días o semanas, exactamente igual que la ansiedad es un miedo que se ha generalizado y nos acompaña cada día.

Sin embargo, el desánimo no tiene por qué ser necesariamente una depresión. La depresión es un estado de desánimo mayor cuyo diagnóstico requiere de varias condiciones, siendo algunas de ellas la sostenibilidad del tiempo (entre 3 y 6 meses) y ante todo que la sintomatología nos impida tener una vida funcional en algún aspecto (no poder ir al trabajo, rehuir relaciones, etc.).

En el caso del desánimo, sí podemos afrontar lo justo y necesario, pero lo vivimos sin ilusión ni motivación. Aquí llega la primera sorpresa: el desánimo, muy al contrario de lo que creemos, no es un problema primario, sino una consecuencia.

El ser humano no se desanima fácilmente porque no es funcional ni práctico desanimarse. El desánimo siempre es una consecuencia o resultado de un problema raíz que, sino solucionamos a tiempo, desencadena desánimo. Pueden existir tres causas para el desánimo.

1. Reacción ante sucesos externos

A lo largo de nuestra vida vivimos situaciones y experiencias difíciles, que no esperamos, nos someten a estrés y nos provocan desánimo. Puede tratarse de un suceso impactante e inesperado (una ruptura, problema de salud, fallecimiento de un ser querido) o por una acumulación de estrés con el paso del tiempo (cuando vivimos coartando nuestras ilusiones por factores personales, laborales, una relación donde dependemos demasiado del otro y te olvidas de tu bienestar, etc.).

En ocasiones, este desánimo puede también deberse a una forma disfuncional de relacionarte con tu propio bienestar. Por ejemplo: ante periodos prolongados de rutina con objetivos claros (terminar la carrera, afrontar una oposición, etc.) podemos sentir una especie de vacío que nos lleva al desánimo cuando ya hemos alcanzado ese objetivo.

Este factor de desánimo está provocado, ante todo, por haber construido una forma de motivación extrínseca: nos acostumbramos a recibir bienestar de factores externos que a largo plazo no podemos controlar.

Realmente, no podemos controlar estos factores externos. La solución está en aprender a construir bienestar desde tus propios medios, favoreciendo una forma de motivación intrínseca, que dependa más de ti.

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2. Reacción ante la ansiedad

Esta es la causa más común de desánimo. ¿Y qué tienen que ver la ansiedad con el desánimo? La ansiedad es un estado de miedo que se ha generalizado, un estado intenso y agotador, mientras que el desánimo está asociado a la tristeza, la desmotivación y el cansancio.

Ahí precisamente está la relación, y este es el motivo de lo muy frecuente que es el diagnóstico del cuadro "ansioso-depresivo".

La ansiedad es un estado de alerta, vivir condicionados por un miedo que no hemos sabido gestionar a tiempo. La ansiedad nace de nuestra forma de respirar (de ahí que se sienta principalmente en el pecho), contagia nuestros pensamientos, acciones, y resulta totalmente agotador. Por este motivo surge el desánimo: como resultado de la ansiedad.

Vivir condicionados por la ansiedad durante demasiado tiempo es un proceso tan agotador que nuestro organismo tiende al desánimo para poder reducir la activación. De la misma forma que un estallido de ira o una discusión de pareja nos deja agotados, la ansiedad nos lleva al desánimo sin remedio.

Sin embargo, tratar el desánimo (mucho más si es a través de químicos) sin trabajar con el problema principal, como es la ansiedad, nos lleva a largo plazo a resultados nada halagüeños: el desánimo se normaliza y no podemos hacer el aprendizaje por nosotros mismos.

Así, la ansiedad es probablemente la primera causa y la más importante del desánimo. Plantéate: ¿cuándo comenzó a surgir tu desánimo? ¿Qué situaciones, interpretaciones o experiencias te llevaron a ello a través de la ansiedad?

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3. La forma en la que afrontas y gestionas el desánimo

Sentir desánimo en ciertos momentos de nuestra vida forma parte de nuestra naturaleza humana. Vivimos experiencias agradables pero también momentos difíciles que no sabemos afrontar. En ocasiones, una sucesión de esos momentos o la reacción a la ansiedad puede llevarnos al desánimo.

Otro factor fundamental es cómo gestionas el desánimo. En función de tu percepción, acciones y gestión de la emoción, el desánimo puede intensificarse, durar más o menos tiempo o aumentar o disminuir su frecuencia.

Es algo típico que una persona que sufre ansiedad, por ejemplo, y está superando el problema, entienda como una especie de fracaso vivir una tarde o noche de ansiedad. No lo es en absoluto, sino que forma parte de un proceso natural.

De la misma forma, cuando nos aferramos al desánimo y nuestras acciones se dejan llevar por ese estado de ánimo, será mucho más difícil gestionarlo. Gestionar el desánimo no quiere decir que lo haces desaparecer, sino que lo entiendes, lo aceptas, y tomas acciones diferentes destinadas a mejorar tu estado de ánimo.

Este es un aprendizaje que te sirve para toda tu vida, ya que te hace consciente de tus emociones y sobre todo de cómo gestionarlas para que estén a tu favor en lugar de en tu contra.

Importante: intenta detectar si en tu día a día recurres con frecuencia a un estímulo externo para conseguir sentirte bien, como el móvil (necesitar constantemente mirar el móvil, ver programas de televisión...), fumar, atracones de comida, etc.

En este caso, estás utilizando esos factores externos como mecanismo de satisfacción y ánimo, pero que a su vez provocan más ansiedad y el posterior desánimo. Para que tu proceso de cambio funcione es necesario detectar cómo gestionas ahora tu estado de ánimo para que dependa principalmente de ti y lo tengas a tu favor.

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A modo de conclusión

Habrás descubierto que en las tres causas hay algo en común: ante todo hablamos de emociones. Tanto el ánimo como el desánimo, el miedo, la inseguridad, la ansiedad, la ira, la frustración, la culpa, incluso la motivación, son estados que dependen de emociones.

Somos seres emocionales, siempre estamos emocionados, y por lo tanto la emoción influye en todos nuestros procesos. Tu forma de motivarte, de pensar, de decidir, de interpretar, de relacionarte, de comunicarte y de actuar están influenciadas no por tus emociones, sino por tu forma de entender y gestionar esas emociones.

Este es el motivo por el cual cualquier proceso de cambio personal se quedará cojo si no trabajas con tu gestión de emociones.

@professioal(2060573)

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