A raíz del auge del acudir a terapia y de la concienciación de la importancia de la salud mental en la sociedad actual, es frecuente escuchar hablar en los medios o en la calle de conceptos tales como autoestima, dependencia emocional, inteligencia emocional o zona de confort.
Estos temas pueden ser tratados tanto por profesionales de la salud mental como por personas ajenas a este ámbito, lo cual puede tener consecuencias negativas en algunas ocasiones. Además, es común que se recurra a amigos, familiares o personas de confianza en busca de ayuda o consejo ante esa preocupación que no deja dormir.
En este sentido, cualquiera nosotros habrá visto en algún momento la frase de “tienes que salir de tu zona de confort” o similares. Es frecuente escucharla en publicidad, en el psicólogo o de la boca de tu mejor amiga/o. Parece que esta frase está tan normalizada que muchas veces se dice casi automáticamente, sin reparar en si la persona que la recibe necesita realmente salir de su zona de confort para solucionar aquello que le preocupa. Entonces... ¿Es necesario salir de la zona de confort siempre?
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Lo que entendemos por 'zona de confort'
La zona de confort consta de dos componentes: el estado mental o sensación de comodidad y un componente conductual. La zona de confort aporta sensación de comodidad ante unos límites o estilo de vida impuestos por la propia persona para evitar sentir miedo o ansiedad. La parte conductual se corresponde con todas aquellas acciones encaminadas a seguir la rutina y las actividades conocidas para la persona, evitando llevar a cabo actividades novedosas o asumir riesgos.
La zona de confort actuaría como un refugio que nos protege del malestar, el miedo, la incertidumbre o la ansiedad al tratarse de un entorno conocido. De este modo, estar en la zona de confort puede ser, por ejemplo, aceptar a personas o relaciones que no causan problemas, pero que tampoco cumplen las expectativas ni aportan nada significativo a nuestra vida. Por ejemplo, estar con una pareja que nos aporta compañía, pero no hay amor ni atracción, por evitar la soledad o sentirse seguro. Otro ejemplo puede ser aceptar trabajos para los que se requiere poca cualificación o permanecer en un trabajo que se domina, pero no motiva ni hace sentirse realizado/a.
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Qué aporta la zona de confort y ventajas de no cambiar
Permanecer en la zona de confort ayuda a tener la sensación de dominio y control. Es esa comodidad de lo conocido, realizar siempre las mismas actividades que se dan bien. Se produce sensación de control y seguridad, evitando así la incertidumbre y los riesgos. No cambiar ahorra esfuerzo, se sigue una rutina que se automatiza.
Se llega a saber qué emociones se van a sentir con cada actividad y se produce la sensación de confianza en nosotros mismos al saber lo que va a suceder. Permanecer en la zona de confort es adaptativo, y aporta bienestar al sentirnos protegidos. Es una zona necesaria para afrontar obstáculos del día a día, por ejemplo, al tener un grupo de apoyo formado por amigos y familiares que nos den compañía y nos ayuden en situaciones adversas.
No es necesario salir de esta zona siempre y cuando sea significativa y valiosa para la persona, sintiéndose realizada y segura.
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Ventajas de cambiar y cómo hacerlo
Cuando la zona de confort deja de ser valiosa y significativa, comienza a agobiar. Es posible sentir frustración y tristeza ante una situación que ha dejado de aportar todo lo que aportaba en otro momento: comodidad, tranquilidad o protección. Ya no se está a gusto ni existe la sensación de sentirse realizado y de hacer las cosas con un sentido. Tampoco se explorarán nuevos caminos, ni se perseguirán objetivos valiosos por miedo al fracaso o al qué pensarán los demás.
Cuando uno se encuentra en esta situación, es necesario identificar qué es lo que produce malestar, establecer objetivos y llevar a cabo acciones que permitan volver a tener una vida con sentido. Al realizar cambios, se aprenden nuevas formas de actuar y responder ante situaciones. Además, al ir consiguiendo objetivos y metas, la sensación de logro aumenta y la autoestima crece. También se podrán alcanzar metas que siempre han estado ahí, pero se han evitado por miedo.
¿Qué hacer?
Algunas técnicas para salir de la zona de confort son:
1. Identificar si se está en la zona de confort
Muchas veces las personas viven tan metidas en la rutina y las actividades automatizadas que no toman conciencia de que siempre hacen lo mismo, sumergidas en la tranquilidad de lo rutinario y sin pararse a pensar en que pueden hacer cosas nuevas y asumir riesgos. Es necesario realizar un proceso de introspección que ayude a identificar si se está en una zona de confort.
2. Aceptar el sufrimiento, el miedo y la incertidumbre como parte de la vida
Es importante aceptar también que estos se pueden producir también en la zona de confort. Al salir de la zona de confort, puede que en un primer momento esas emociones se intensifiquen, pero una vez que se vayan consiguiendo objetivos la situación se estabilizará. Es conveniente identificar si es más importante permanecer en la zona de confort o perseguir las metas que siempre se han querido conseguir.
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3. Identificar lo que produce malestar y marcar objetivos
Al marcarse muchos objetivos o muy grandes, lo más probable es que no se consigan y la sensación de fracaso aumente. Los objetivos deben ser realistas y fáciles de alcanzar, estableciendo cada vez objetivos mayores conforme se vayan consiguiendo los anteriores.
4. Buscar ayuda profesional
Puede que se necesite la ayuda de un profesional a la hora de identificar los miedos y barreras que impiden realizar cambios y motivarte para ello.
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