Podemos definir las emociones como un conjunto de reacciones fisiológicas que experimentamos todas las personas ante estímulos que se nos presentan.
Son breves, pueden ser más o menos intensas, son inmediatas y pasajeras.
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Comprendiendo las emociones
Hay una amplia gama de emociones, algunas derivadas de otras, pero decimos que contamos con 6 emociones básicas.
- Tristeza
- Alegría
- Ira o enfado
- Miedo
- Asco
- Sorpresa
Son emociones básicas porque se pueden reconocer y se expresan de igual modo en los seres humanos. Charles Darwin, conocido por su teoría de la evolución, ya decía que la expresión facial de esas emociones básicas era genética. Casi un siglo después, Ekman, experto en análisis de comportamiento no verbal, junto a Wallace Friesen, presentaron el FACS (Sistema de Codificación Facial).
Este sistema recogía como un mapa de la cara, en el que se aprecia cada gesto que hacemos con nuestras facciones, por pequeño que éste sea. Lo que decía Ekman es que estas reacciones faciales o microgestos son innatos e inconscientes, si bien, una vez que sucede la reacción, podemos llegar a controlarlos.
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¿Qué diferencia hay entre emoción, sentimiento y estado de ánimo?
Como hemos definido, la emoción es una reacción fisiológica efímera, pasajera, breve, que experimentamos ante un estímulo que se nos presenta.
Los sentimientos son como si dijéramos la evolución de las emociones, es decir, se van generando a partir de las emociones, mediante procesos mentales. En los sentimientos interviene el pensamiento, la reflexión, la toma de conciencia de las emociones. Además, a diferencia de las emociones, no se relacionan con una experiencia determinada, sino que son más genéricos, por ejemplo, el sentimiento de culpa.
El estado de ánimo se diferenciaría de los anteriores por ser, quizás, el menos intenso y el más duradero. Además, es menos específico que una emoción porque tampoco depende de algo concreto.
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¿Por qué es importante identificar, reconocer y expresar emociones?
Podemos dividir las emociones básicas en:
- Agradables: alegría.
- Desagradables: tristeza, ira, miedo, asco.
- Neutras: sorpresa.
Es importante saber que toda emoción nos sirve para algo (adaptación y supervivencia), incluso las desagradables tienen su función. ¿Qué ha venido pasando? Que esas emociones desagradables tienen o suelen tener casi siempre una connotación negativa. Por esto, son emociones que tendemos a evitar.
Me vienen a la cabeza los siguientes ejemplos que podemos recibir de la sociedad: “no puedes estar triste porque eso te hace débil”, “no puedes tener miedo porque eso es de cobardes”. Muchas veces hemos escuchado esas frases, o incluso las hemos llegado a decir pensando que así haríamos “más fuertes o mejores” a las personas que queremos o incluso creyendo que así evitaríamos su que sufran emociones negativas.
El hecho de saber identificar, reconocer y expresar emociones nos permite, además de la adaptación y supervivencia anteriormente comentada, fortalecer nuestros vínculos, tomar decisiones de manera consciente, poder afrontar las situaciones de manera más adaptativa. Todo esto nos lleva a sentirnos mejor, tanto con nosotros como con los demás.
Cuando identificamos y expresamos las emociones, tenderemos a tener mejor regulación emocional, utilizando estrategias adaptativas para hacer frente a emociones desagradables.
Algunas de estas estrategias son:
- Búsqueda de apoyo social
- Ejercicio físico
- Distracciones
- Conciencia de la emoción y poder procesarla
- Aceptación
Sin embargo, cuando no conseguimos una adecuada regulación emocional, podemos utilizar otras herramientas que serían desadaptativas, cuyo fin es la evitación de dichas emociones: suprimir la emoción, consumo de sustancias, rumias (entrar en bucles de pensamiento). Por este motivo es importante trabajar en la regulación emocional.
¿Qué pasa cuando no mostramos las emociones?
En ocasiones, puede pasar que en el ambiente familiar haya dificultades para la expresión emocional, y las personas aprendamos a que tenemos que reprimir cierto tipo de emociones, lo cual a largo plazo puede generar malestar, problemas de ansiedad o depresión.
En casos extremos nos podemos encontrar con que esto lleve a la alexitimia, es decir, a un trastorno que se caracteriza por la imposibilidad de expresar emociones, incluso de identificarlas en nosotros mismos. No quiere decir que en personas con esta dificultad no haya emociones, sino que no saben identificarlas, las tienen reprimidas, como un mecanismo de defensa. En estas personas es muy difícil llegar a la emoción, si bien, terapias como la hipnosis clínica pueden dar muy buenos resultados a la hora de que reconecten con sus emociones.
Hablemos de inteligencia emocional: ¿qué es?
Este concepto lo introdujeron los autores Salovey y Mayer con la siguiente definición: subconjunto de la inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propios, así como los sentimientos de los demás, de discriminar entre estos sentimientos y utilizar esta información para poder guiar tanto nuestro pensamiento como nuestras acciones”.
Por su parte, Goleman, considerado como el padre de la Inteligencia Emocional, la define como: “la capacidad para reconocer los sentimientos propios y los sentimientos de los demás, motivarnos a nosotros mismos para poder manejar de manera acertada las emociones, tanto en nosotros mismos como en nuestras relaciones con los demás”.
La inteligencia emocional, como cualquier capacidad, se aprende y se puede entrenar y mejorar. ¿Qué conseguimos con la inteligencia emocional? Mejora en la gestión emocional, mejores estrategias para afrontar las situaciones difíciles, muestras de afecto y empatía, lo cual mejorará nuestras relaciones sociales, petición de ayuda cuando lo necesitamos, no suprimir sentimientos desagradables, sino ver para qué están ahí.
¿Qué nos puede ayudar a conseguirla?
- Reflexionar sobre lo que sentimos, dándonos tiempo para ello.
- Aceptar lo que sentimos. Y esto no implica solo la emoción en sí, sino que a veces implica aceptar sentirnos vulnerables, débiles y esas “etiquetas negativas” que nos poníamos si nos dejábamos llevar por ciertas emociones.
- Aceptar que hay cosas que no podemos controlar, reconociendo nuestros límites y nuestras fortalezas.
- Hablar de las emociones. Muchas veces pensamos que eso no nos va a ayudar y todo lo contrario, nos permite cuidarnos y escucharnos, incluso a veces, podemos tomar perspectiva y comprender mejor.
- Valorarnos las cosas positivas que conseguimos, por pequeñas que nos parezca que son.
Si necesitas ayuda para gestionar y aprender de tus emociones, recuerda que en PsicoAlmería tienes a tu disposición psicólogos especialistas que te ayudarán de manera personalizada.