Seguramente a muchos de vosotros habéis tenido actitudes ambivalentes ante este planteamiento.
No sería infrecuente, es más, se que muchos de vosotros y vosotras, a la ya famosa pregunta en una entrevista de trabajo, ¿puedes mencionar alguno de tus defectos? Habéis contestado: el perfeccionismo.
Y es que, de entrada, este constructo parece estar a la alza en nuestra cultura; aquellos y aquellas que alcanzan estándares elevados son “los cracks”, a los que se les admira y recompensa. Lo que pasa es que en muchas ocasiones las consecuencias aversivas a largo plazo correlacionan con el agotamiento, la sensación de fracaso continuo, el aislamiento y muchas otras problemáticas que veremos a continuación.
Para comenzar este artículo, que sin duda está muy resumido, me gustaría aclarar que partimos de información muy teórica, nomotética (es decir muy general), y a efectos prácticos, aunque es necesaria, no es suficiente. Para que toda esta información nos sea útil hemos de aplicarla al caso por caso. Aguanta un poquito que hablaremos de esto al final.
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Perfeccionismo funcional vs Perfeccionismo disfuncional
Estaremos de acuerdo en que el deseo por hacer las cosas bien aunado a un compromiso alto en cuanto a responsabilidad, esfuerzo y expectativas, per se no es dañino en absoluto, menos aún si los errores son tomados como aprendizaje.
Sin embargo, lo disfuncional o dañino es cuando esto es llevado al extremo, sin atender a las contingencias, a pesar de los costes negativos que pueda tener en nuestras vidas, y dónde el logro funciona como baremo de nuestra valía y, claro, el error es temido y tomado casi como un pecado imperdonable, lo cual va de la mano evidentemente con conductas evitativas.
A este último patrón de comportamiento perfeccionista bajo control aversivo, se le suele denominar perfeccionismo no sano, disfuncional o desadaptativo, y es un factor transdiagnóstico para muchas problemáticas psicológicas importantes.
Las principales características definitorias de un patrón de comportamiento perfeccionista disfuncional son las siguientes:
- Necesidad de control
- Rigidez de pensamiento y conducta
- Hipersensibilidad a las opiniones de los demás
- Enganche excesivo a la rumia y preocupación
- Excesiva autocrítica
- Evitación de situaciones nuevas
- Miedo al fracaso
- Estilo de pensamiento polarizado todo o nada
- Procrastinación
De hecho numerosos autores sostienen una diferencia relativa a la adaptabilidad/desadaptabilidad del comportamiento perfeccionista. Stoeber, Harris y Moon (2007), por ejemplo, distinguen a partir de las variables: “metas perfeccionistas” y “preocupaciones perfeccionistas”.
El patrón de comportamiento perfeccionista (saludable) es regido por metas elevadas y bajas preocupaciones. En el no saludable, el nivel es elevado en ambas variables. Algunos autores sostienen, además, que los problemas relacionados con perfeccionismo disfuncional o no sano, están mucho más asociados con la evaluación autocrítica que con los altos estándares personales (Dunkley, Berg y Zuroff, 2012., cit. en Amores Hernández, 2017).
Sobre la crítica dañina y su mantenimiento
Dado el papel relevante que juega aquí la crítica patológica cabe considerar el planteamiento de McKay (1991) para explicar el mantenimiento de la misma, ya sabemos que esto es mediante reforzamiento, veamos:
Respecto al reforzamiento positivo de la crítica, el autor menciona dos líneas fundamentales que son las siguientes: la necesidad de hacer el bien y a necesidad de sentirse bien, Por otro lado, agrega, es la sensación de control de nuestros sentimientos de dolor como la culpabilidad, el miedo al rechazo y frustración, lo que funciona como reforzador negativo (Amores Hernández, 2017). De nuevo, al caso por caso, hemos de revisar si son éstas u otras las necesidades las que tendrían esa función de refuerzo.
La rumia y la preocupación excesiva
Nolen-Hoeksema y sus colaboradores (2008) definieron la rumia como "pensamiento repetitivo sobre las causas, consecuencias y síntomas del afecto negativo de una persona".
La rumia se ha asociado con malestar psicológico, ya que al “rumiar” evitamos procesar experiencias y emociones negativas. Como tal, la rumia actúa como una estrategia de regulación emocional evitativa que va a dificultar, incluso bloquear la solución efectiva de nuestros problemas (Nolen-Hoeksema et al., cit. en Senderey, 2017).
La rumia mantiene la angustia porque la atención se centra en lo que salió mal en lugar de en lo que se puede hacer para mejorar las cosas. Entramos en un círculo vicioso que exacerba la angustia, de aquí los pensamientos sesgados y las conductas de escape, bloqueo o evitación.
La preocupación es un esfuerzo de resolución de problemas. Sin embargo, debido a que el problema no es actual sino hipotético o fuera de nuestro control, se vuelve inútil y contraproducente si no nos activa.
La preocupación es un intento lingüístico verbal para prevenir futuros eventos temidos. Nos ofrece preguntas del tipo: "Qué pasaría si..." (Harvey et al. 2009; cit. en Senderey, 2017).
Algunas consecuencias a largo plazo de las conductas perfeccionistas disfuncionales
Avanzando un poco más, Shafran, Cooper, y Fairburn (2002) presentan algunos ejemplos de las consecuencias a largo plazo del patrón de conductas perfeccionistas disfuncionales: a nivel emocional, agotamiento, mal humor, depresión; a nivel social, aislamiento; a nivel fisiológico, insomnio; a nivel cognitivo, alteraciones la atención, concentración y memoria; a nivel conductual, repetidas verificaciones del trabajo o las tareas que reportan una elevada pérdida de tiempo o la procrastinación.
Debido a esto no es de sorprender encontrar estudios que muestran este patrón como un factor de vulnerabilidad para problemáticas aún más agudas y sostenidas en el tiempo tales como la depresión, la ansiedad social, el trastorno obsesivo-compulsivo o los trastornos de la alimentación, habiendo incluso autores que han investigado su relación con el suicidio (Kiamanesh, Dieserud, Dyregrov, y Haavind, 2015., cit. en Amores Hernández, 2017).
La importancia de la flexibilidad psicológica
En el comportamiento perfeccionista funcional o adaptativo, somos mucho más flexibles a la hora de evaluar si hemos alcanzado nuestras metas y por consiguiente experimentamos menos estrés si no las logramos.
Por el contrario, una de las características notorias del dañino es precisamente la rigidez. Algunos estudios han mostrado que un perfeccionismo adaptativo se relaciona positivamente con la satisfacción vital y negativamente con la depresión, la desesperanza y los estilos de apego adulto evitativo y ansioso. (Gnilka, Ashby, y Noble, 2013).
La repercusión en nuestra autoestima y la autoaceptación
Una autoestima débil es resultado de una opinión global negativa de uno mismo que se ve constantemente reforzada por la dificultad de alcanzar el nivel deseado de aspiración, competencia y capacidad.
La base del cambio, es aceptar y aceptando las limitaciones es cómo podemos superarlas. La autoaceptación se considera protectora de la autoestima y es independiente de los logros (Burns, 1983., cit. en Senderey, 2017).
Entonces, ¿es inútil y dañino el perfeccionismo?
Como comentamos al principio, toda esta información poco ayuda si no lo aterrizamos al caso por caso, y es desde aquí que podremos valorar si te está siendo útil o no.
Desde las terapias conductuales contextuales, lo primero que vamos a hacer es lo que llamamos un análisis funcional idiográfico. Eso es, a grosso modo, que empezaremos por preguntarte qué entiendes tú por perfeccionismo, de forma que encontremos esas conductas o serie de conductas (clases de respuesta) ante determinadas situaciones.
Es decir, operativizar todo ello en relación a ese contexto y a tu historia de vida. Por ejemplo, me podrias decir: “me preocupo muchísimos por los detalles”, “tengo un miedo atroz a fallar”, “me critico constantemente”, “suelo postergar las cosas”, etc. Bien hasta aquí, como ves estas descripciones son muy generales, pero ya empezamos a ver elementos como la intensidad, la frecuencia y la duración, que tomamos en cuenta.
Ahora, seguramente no te pasa en todos los contextos, vamos a averiguar en qué situaciones o dominios de tu vida. Y desde aquí una de las cuestiones más cruciales es si esto te impide o facilita llegar a tus objetivos y hacen tu vida más rica.
Verás, preocuparte por los detalles, tener miedo a fallar, postergar las cosas, etc, es algo natural, incluso te diría que es genial si esto te ayuda a tomar acción y prepararte mejor un discurso, o que el postergar un café con las amigas en pos de preparar tu tesis puede serte bastante útil, ¿verdad?
Yendo más lejos, incluso la alta o baja intensidad, frecuencia y duración de algunos comportamientos son bastante funcionales en ciertos contextos. Es decir, si trabajas como ingeniero o administrativo, pues es un plus. La clave, pues, estará en establecer qué es lo que quieres en tu vida, qué la hace significativa y desde ahí valorar si esos comportamientos te están llevando a largo plazo hacia ese camino, y si no es así, trabajar para encontrar otras formas de llegar hacia él.
Referencias bibliográficas:
- Amores Hernández, A. (2017). Perfeccionismo, miedo al fracaso y síntomas depresivos. Repositorio Universidad Pontificia de Comillas. Recuperado de https://repositorio.comillas.edu/jspui/bitstream/11531/23179/1/TFM000700.pdf
- Gnilka, P. B., Ashby, J. S., y Noble, C. M. (2013). Adaptive and maladaptive perfectionism as mediators of adult attachment styles and depression, hopelessness, and life satisfaction. Journal Of Counseling & Development; 91(1), 78-86.
- Senderey, E. (2017). Mindfulness and Group Cognitive Behavioural Therapy to Address Problematic Perfectionism. Athens Journal of Social Sciences; 4 (1), 49-66.
- Shafran, R., Cooper, Z., y Fairburn, C. G. (2002). Clinical perfectionism: A cognitive–behavioural analysis. Behaviour Research and Therapy; 40(7), 773-791.