El concepto de lo innato se erige teóricamente en contraposición al de lo adquirido, formando el espacio en el que ambos crean una dualidad complementaria sobre la que se erige el ser humano.
Comprender la importancia de lo innato y de lo adquirido nos permite entender los distintos mecanismos que subyacen a la expresión de la propia individualidad y a las influencias que pueden actuar sobre la misma durante el desarrollo.
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El significado de la palabra 'innato'
La palabra innato procede del vocablo latín innatus. A nivel etimológico puede dividirse en dos elementos constituyentes: el prefijo in, que alude a una realidad inherente o ubicada en el interior; y el sufijo natus, cuyo significado es “nacido”.
Por tanto, se entiende como innata toda expresión de un ser vivo que forme parte de su bagaje potencial desde el momento del nacimiento, sin que haya mediado en ello una experiencia directa de aprendizaje con el ambiente natural.
Así, por lo general, se entiende que lo innato es todo aquello que un individuo expresa sin necesidad de haberlo aprendido a través de experiencias personales con el entorno, únicamente por el hecho de contar con un equipaje genético que moldea su biología y el correspondiente sustrato emocional o conductual que de ella pudiera depender. Para la Psicología se trata de un concepto nuclear en su objetivo de comprender la mente y la conducta de los seres humanos.
Se han postulado tres perspectivas distintas para explicar el innatismo a lo largo de la evolución histórica del constructo. Todas ellas siguen siendo importantes, puesto que se trata de un asunto sujeto a debate en la actualidad, con evidencias a favor y en contra para todos los casos. Seguidamente revisamos los aspectos básicos de todos estos enfoques.
1. Innatismo extremo o modularidad
Desde esta perspectiva se entiende la mente como un conjunto relativamente organizado de módulos especializados en dominios o habilidades concretas, que son sensibles a determinados tipos de información.
Cuando esta se encuentra en el entorno se pone en marcha una forma preprogramada de procesamiento, automática y desprovista de la voluntad del individuo. Es por este motivo que, en el resultado de estos aprendizajes, lo innato adquiere una relevancia especial.
El ejemplo más conocido es el del lenguaje. Distintos autores han defendido la existencia de una gramática universal, esto es, de una serie de reglas comunes a todo ser humano que permiten la adquisición de códigos verbales y simbólicos a medida que interactúa con los demás en su entorno social. Algunos ejemplos de teóricos que han postulado modelos explicativos desde esta perspectiva son Chomsky o Fodor.
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2. Innatismo moderado
En esta posición se encuentran aquellos autores que comparten una visión modular para la estructura de la mente pero que conciben su potencial innato como limitado, de modo que habrá de ser el individuo a través de su conducta de exploración el responsable de complementarlo y enriquecerlo con el matiz de su experiencia individual. Existiría, por tanto, un conocimiento previo básico que precisaría del contacto con el medio para dotarlo de propiedades adaptativas.
Este prisma integraría lo innato con lo adquirido en una unidad comprehensiva, otorgando a cada una de estas realidades un papel importante en la adquisición de los conocimientos y las habilidades que nos son propias como especie, así como en la construcción de nuestra forma de ser en el mundo.
3. Innatismo representacional
Esta perspectiva supone el punto de vista más laxo posible sobre la cuestión del innatismo, aunque no lo elimina completamente de la ecuación. Conservándose ciertas capacidades innatas, el peso más importante de la individualidad recaería sobre la capacidad de explorar y explicar el mundo a través de la formulación de representaciones simbólicas que dependen de la experiencia.
Esta forma de entender el innatismo defiende la capacidad de los individuos para generar teorías explicativas a medida que viven diferentes situaciones, de modo tal que no se alcanzaría un resultado final, sino que se atravesaría un proceso constructivo que se prolongaría durante toda la vida. Desde esta perspectiva no existiría una programación previa o una secuencia de automatismos innatos, sino que sería el individuo el que se alzaría como único arquitecto de sí mismo.
Biología y Psicología frente al innatismo
La Biología y la Psicología han construido, a lo largo de sus respectivas historias como disciplinas científicas, un conjunto de modelos teóricos que a menudo han contemplado los aspectos innatos desde una perspectiva etológica y evolutiva. Esta búsqueda científica conecta con algunas de las principales preguntas a las que los filósofos y pensadores dedicaron su tiempo con anterioridad, tratando de escrutar la naturaleza misma del conocimiento y la identidad.
Innatismo y Biología
La Biología juega un papel clave para entender lo innato, pues alude al concepto de diseño. En este contexto la selección natural sería responsable de perpetuar la presencia de ciertos rasgos a través del cribado de la supervivencia, de modo tal que los individuos más aptos para lidiar con las amenazas del medio podrían transmitir sus particularidades de generación en generación, formando un bagaje evolutivo esculpido por la reproducción sexual y el devenir del tiempo.
Este bagaje permitiría dotar a los sucesivos descendientes de cualquier especie de una serie de atributos que mejorarían sus probabilidades de sobrevivir, sin necesidad de tener que enfrentarse a los rigores de un peligro real. La teoría de la preparación, que describe el modo en que las personas tendemos a desarrollar fobias con mayor celeridad hacia los estímulos potencialmente peligrosos para la vida, sería congruente con una facilitación inducida desde lo innato.
Más allá de la perspectiva evolutiva, lo innato ha sido contemplado también como una cuestión dependiente de la genética y herencia. Así, la presencia o ausencia de un rasgo se vería determinada por la secuencia de genes que cada individuo pudiera presentar en la configuración concreta de su ADN. No obstante, existen evidencias contrarias a este postulado teórico, puesto que la expresión fenotípica requiere la participación de factores epigenéticos (ambientales, p.e.).
Puesto que lo biológico y lo psicológico forman una realidad indisoluble, debido al sustrato orgánico que subyace a los pensamientos y las conductas, resultaría previsible cierto grado de influencia de las adaptaciones genéticas sobre estos.
Innatismo y Psicología
El debate entre lo innato y lo adquirido surgió de manera natural como resultado de una de las primeras preguntas que el ser humano se formuló a sí mismo. La Filosofía, representada por los racionalistas y los empiristas, planteó la cuestión mucho tiempo atrás sin que pudiera resolverse a favor de ninguno de ellos. Hoy en día el concepto de innato es especialmente abanderado por los teóricos de la Psicología Evolutiva, coexistiendo en cierta armonía con lo adquirido.
La Psicología Evolutiva aúna en su estudio las distintas fuerzas que construyen el modo particular en que una persona se expresa y siente. Si bien se reconocen elementos intrínsecos al organismo que contribuyen a su maduración, estos se ven complementados por fuerzas igualmente influyentes, como el entorno social y natural. La persona es el producto por tanto de la intersección entre lo orgánico y lo cultural, entre la filogenia y la ontogenia, entre lo adquirido y lo aprendido.
Desde la Psicología se entiende que todo mecanismo cognitivo tiene una función adaptativa, de manera tal que su fin primero fue dotar de ventaja al animal que lo esgrimiera en contraste con aquel que no lo hiciera, en paralelismo evidente con lo que sabemos sobre las cualidades orgánicas. El hecho de que un conjunto de seres vivos adoptara estrategias comunes para resolver un problema, como ocurría en la caza colectiva de depredadores, es un ejemplo de ello.
La realidad humana: una cuestión de confluencias
El ser humano es una realidad biopsicosocial de extrema complejidad, lo que implica la existencia de múltiples fuerzas que actúan sobre él durante el proceso de gestación de su individualidad. Nuestro sistema nervioso central se desarrolló durante milenios en un contexto físico y social repleto de amenazas para la vida, distinto al que actualmente existe para la mayoría de personas del mundo, y ello ha supuesto una huella filogenética impresa en nuestro cerebro más primitivo.
Medir el alcance de esta huella no resulta en absoluto sencillo, pero implica una serie de mecanismos que influyen en múltiples procesos básicos, como los emocionales y los perceptivos. No podemos por tanto eludir la relevancia de lo innato en el abanico de nuestros pensamientos y emociones, pues el sustrato sobre el que se aposentan se formó a través de los avatares que el homo sapiens tuvo que vivir durante un sinfín de generaciones.
El ser humano no es, así pues, una tabula rasa. No llega al mundo desprovisto de herramientas con las que resolver los primeros rompecabezas que pondrá frente a él la existencia. Las funciones de comunicación, perceptivas y motoras tienen ya un núcleo de organización en la mente del niño; precisando únicamente del acicate de la experiencia para construir un cuerpo de habilidades sofisticado que contribuirá a su capacidad para vivir una vida plena.
Sin duda, el ser humano también es un animal dotado de extraordinarias capacidades creativas y simbólicas, que le permiten trascender en gran medida al yugo de los condicionamientos innatos para construirse a sí mismo desde la experiencia personal. Mientras se ve azotado por su historia evolutiva y su historia de vida, continúa desentrañando el enorme misterio de su propia mente y del espacio que ocupa en la naturaleza.
Referencias bibliográficas:
- García, C.L. (2005). Innatismo y Biología: hacia un Concepto Biológico de lo Innato. Revista de Teoría, Historia y Fundamentos de la Ciencia, 20(2), 167-182.
- Enesco, I. y Delval, J. (2006). Módulos, Dominios y otros Artefactos. Infancia y Aprendizaje, 29(3), 249-267.