El proceso de doctorarse puede llegar a ser uno de los más motivadores, pero también es cierto que en la gran mayoría de los casos es todo un reto que implica esfuerzo y disciplina.
Así, no cabe duda de que obtener un doctorado es reconocido como un logro que tiene un mérito destacable; sin embargo, no todas las personas que han pasado o han pasado por este programa de formación y especialización experimentan esto como un potenciador de su autoestima. De hecho, en determinados contextos puede darse el caso contrario. En este artículo hablaré acerca de una de esas situaciones: el síndrome del impostor en los doctorados.
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¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor es un estado psicológico, o conjunto de predisposiciones psicológicas, en el que la persona que lo desarrolla experimenta de forma habitual la creencia de que es un fraude que aún no ha sido descubierto como tal, pero que podría ser expuesto.
Es decir, que en el día a día de la persona que presenta síndrome del impostor aparece un malestar frecuente a causa de sentirse superado por las circunstancias, disfrutando de una autoridad o buena imagen social que es pura apariencia y que se podría desmoronar en cualquier momento, revelando que no se poseen las habilidades o los conocimientos que los demás le atribuyen.
El temor a que este momento en el que los demás descubrirán “la verdad” acerca de uno mismo, así como la idea de que tarde o temprano se tendrá que afrontar un reto que no podrá ser resuelto por uno mismo, hacen que esta alteración psicológica suela ir de la mano de la angustia, la ansiedad, y a veces, la baja autoestima y los síntomas típicos de la depresión.
Por otro lado, hay que tener claro que a pesar de su nombre, el síndrome del impostor no es un concepto perteneciente al mundo clínico, por lo que no aparece en los manuales diagnósticos de psicopatologías utilizados en psiquiatría o psicología clínica. Sin embargo, tal y como ocurre con otros fenómenos psicológicos que no son enfermedades, como la baja autoestima o la predisposición a discutir con la familia, eso no significa que no sea motivo para tomar medidas e intentar gestionar la situación, ya sea por propios medios o a través de la ayuda profesional en una consulta de psicología.
¿Por qué aparece el síndrome del impostor en los doctorados?
Estos son los principales motivos por los que el síndrome del impostor es relativamente frecuente en los doctorados.
1. Es conocimiento muy específico
Por su propia naturaleza, los doctorados son programas en los que se adquieren conocimientos muy específicos. En este sentido se distinguen de las carreras universitarias e incluso de la enseñanza secundaria, cuyos contenidos pueden “salir a relucir” con relativa frecuencia en situaciones cotidianas.
Esta mezcla de estar esforzándose en algo y, a la vez, no ver que esto se exprese claramente en conocimiento aplicado más allá del contexto del doctorado, hace que se cree la ilusión de que ese conocimiento es escaso o no vale mucho.
2. El valor añadido de los títulos
El simple hecho de estar realizando un doctorado es una cualidad socialmente deseable, ligada a estatus intelectual e, indirectamente, económico. El hecho de que sea esa “etiqueta” la que aporta el beneficio de gozar de autoridad, y no los aprendizajes obtenidos en sí, hace que muchas personas perciban que los demás las ven con buenos ojos por factores externos a ellas, es decir, que no dependen de méritos propios.
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3. Un contexto de competitividad
Como ya he comentado, el doctorado se asocia al aprendizaje de conocimientos muy específicos que no suelen ser utilizados en el día a día por parte de uno mismo, más allá de ese contexto académico o profesional. A la vez que esto, los doctorados suelen compararse con otros doctorados y, en general, con personas con estudios especializados.
Esto hace que a la vez que se mantiene la creencia de que uno mismo no sabe demasiado, se tiene la percepción de que los demás saben mucho, dado que existe una predisposición a indagar en los conocimientos académicos de esta minoría de gente altamente formada con la que uno suele compararse. Dicho de otro modo, las comparaciones de uno mismo con los demás quedan sesgadas sin que la persona con síndrome del impostor se dé cuenta de ello.
4. Factores de personalidad y baja autoestima
No hay que olvidar las variables individuales, entre las que destacan rasgos de personalidad como la tendencia al neuroticismo (es decir, la propensión a reaccionar con una alta intensidad emocional a las experiencias desagradables o desalentadoras) o la predisposición a tener un estilo de atribución pesimista (es decir, acostumbrarse a la idea de que los propios logros son debidos a la suerte, no a las propias características positivas).
En muchos sentidos, al ser un reto que debido al esfuerzo invertido a veces causa desgaste psicológico, el hecho de pasar por un programa de doctorado puede llegar a amplificar los problemas de autoestima y de afectividad negativa que uno ya tenía desde antes de empezar esos estudios, si no se dispone de ayuda profesional.
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Referencias bibliográficas:
- Clance, P.R.; Dingman, D.; Reviere, S.L.; Stober, D.R. (1995). Impostor phenomenon in an interpersonal/social context. Women & Therapy. 16(4): 79–96 (87).
- Langford, J.; Clance, P.R. (1993). The impostor phenomenon: recent research findings regarding dynamics, personality and family patterns and their implications for treatment. Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training. 30(3): pp. 495 - 501.
- Lowman, R.L. (1993). Fear of success and fear of failure". Counseling and psychotherapy of work dysfunctions. Washington, DC: American Psychological Association. pp. 74–82 (81).