El cambio de hora, especialmente el de marzo, es un momento del año muy disruptor. Tras meses levantándonos, yéndonos a dormir y haciendo nuestras tareas respetando unos horarios fijos más o menos, viene un finde y nos adelanta el reloj una hora.
Si bien son dos, el de marzo y el de octubre, es el que da inicio al horario de verano el que todos tenemos más cruzado porque es justo ese día en el que las 2 son las 3 y, por lo tanto, tenemos que levantarnos una hora antes. Hay sueño, cansancio y mal humor.
El modo en el que el cambio de hora afecta a nuestros biorritmos es algo que seguro muchos hemos vivido en nuestras propias carnes, y ahora la ciencia lo ha confirmado, además de poner en controversia la necesidad de esta práctica para, supuestamente, ahorrar energía. Profundicemos en el debate.
- Artículo relacionado: "Melatonina: la hormona que controla el sueño y los ritmos estacionales"
¿Cómo influye el cambio de hora en nuestros biorritmos y procesos psicológicos asociados?
El cambio de hora, tanto el de octubre como el de marzo, es ese momento del año que nos desbarata un poco (o mucho) los horarios. No es justo hablar de ambos usando la misma vara de medir, porque lo cierto es que, al menos en España, el de octubre es muy querido mientras que el de marzo es visto como un mal trago, un cambio de hora del que no nos podemos escapar y que, por fortuna, tenemos la suerte de que se haga en fin de semana.
En el caso español la controversia sobre el cambio de hora no se puede entender sin comprender la controversia que hay con nuestro propio huso horario. España usa el huso GMT+1 en la península, mientras que las Islas Canarias usa el GMT. España usa el mismo sistema que Europa Central, pero no el de su vecino Portugal ni el del Reino Unido, que se encuentran casi entre los mismos paralelos.
El hecho de que España tenga un horario más cercano a Berlín y no a Portugal, a pesar de que tiene una región (Galicia) justo al norte del país lusitano ha impedido que se cierre el debate sobre la necesidad de cambiar de huso horario. Entre los argumentos que se usan para defender y atacar el statu quo se recurre, y mucho, a las horas de sol, la alteración de los biorritmos ya bien instaurados en la población y los posibles problemas económicos asociados al mismo.
Pero, centrémonos exclusivamente en el cambio de hora. Esta práctica fue instaurada en Europa en tiempos de la Primera Guerra Mundial, época en la que ya se habían dejado muy atrás los tradicionales relojes solares. Con el uso generalizado de los relojes mecánicos, los cuales funcionaban al margen de las horas en que el astro rey se dignaba en presentarse en el cielo, la forma de gestionar el tiempo de la población no iba acorde a las horas que había luz solar.
Es por este motivo que se decidió hacer dos cambios de hora anuales de forma estratégica, en épocas en que el cambio suponía un aprovechamiento de las horas de sol. Así, con el cambio de octubre en el que nos despertamos una hora más tarde lo hacemos porque el sol sale también más tarde, mientras que en marzo nos tenemos que despertar una hora antes porque el sol está saliendo cada vez más pronto. El cambio de hora cumple con su principal cometido, maximizar la exposición en horas de sol.
Pero pese a que esta ventaja se cumple, los demás argumentos usados para defender su uso han sido puestos en duda. Siempre se ha dicho que estos cambios de horario permiten ahorrar, bajo la lógica de que si tenemos unos horarios laborales y de ocio en horas que siempre hay luz solar usamos menos la electricidad. Esta idea, sin embargo, hace mucho que se ha puesto en duda, estando tanto la propia Comisión Europea como la Red Eléctrica Española indicando que ese supuesto ahorro, de existir, es mínimo.
Ante la cada vez menor evidencia de que realmente sirve para ahorrar muchos se han cuestionado si realmente es útil este cambio de hora o si sería mejor que España (y cualquier país en su misma situación) decidiera aplicar un huso horario adaptado a su condición geográfica sin necesidad de tener que cambiar la hora dos veces al año. El motivo de esto es que, en un mundo en el que la cronobiología está adquiriendo mayor importancia, se está evidenciando cómo afecta el cambio de hora a nuestros biorritmos.
- Quizás te interese: "Ritmos circadianos: qué son y en qué funciones biológicas intervienen"
Alteración de los biorritmos
Pero, ¿qué son los biorritmos? En muchas ocasiones se dice que nuestro organismo tiene como una especie de reloj interno que le dice qué hacer y cuándo. Este reloj es el que nos “avisa” de cuando tenemos que irnos a dormir, haciendo que nos sintamos más cansados cuando se acerca la noche y más espabilados cuando hay más horas de luz solar. Es aquello que hace que tengamos unos horarios establecidos de forma totalmente natural y que está muy relacionado con los ciclos circadianos.
A medida que van pasando los meses, estos biorritmos van asentándose cada vez más, haciendo que estemos totalmente acostumbrados a nuestra rutina. El problema con el cambio de hora es que no hay una forma “natural” de avisar a nuestro reloj interno de que lo que ayer eran las 2 hoy son las 3 y que, por lo tanto, tiene que adelantarse una hora. Como sigue con los horarios preestablecidos, a pesar de que el cambio sea mínimo, nuestro cerebro se encuentra desadaptado y siente como una especie de “jet lag”.
Este jet lag es especialmente notorio en el cambio de verano, esto es, el que nos hace perder una hora. Nuestro organismo tiene que ir acostumbrándose a hacer las cosas una hora antes de lo que solía hacer, lo cual en muchas ocasiones suele traducirse en pérdida de horas de sueño los primeros días, siendo este uno de los principales efectos del cambio de hora. Con ello también sentimos cansancio y fatiga, además de cierta desorientación.
Si bien el cambio de hora rara vez implica problemas serios, cabe decir que pueden darse ciertas complicaciones en función de lo sensible que sea la persona al cambio y lo poco respetuosa que haya sido con los nuevos horarios. Algunas personas llegan a padecer problemas tales como problemas de estómago, cambios de humor, pérdida de concentración y, en caso de que la pérdida de sueño sea muy grave, cefaleas y migrañas.
En contra de uno de los principales motivos por los que se aplica, que es el de que el cambio de hora se traduce en un mayor ahorro y mayor productividad, lo cierto es que teniendo en cuenta los efectos de la alteración del biorritmo todo parece indicar justo lo contrario. Los trabajadores de las empresas se sienten más cansados durante las dos semanas siguientes al cambio de marzo, habiendo más riesgo de accidentes y menor productividad.
Cómo de notoria es la alteración de estos biorritmos depende mucho de cada persona, pero cabe decir que la edad es uno de los factores más importantes. Los niños, adolescentes y personas mayores suelen ser los que más lo notan, en especial los niños más bebés y quienes tienen más de 50 años, siendo el cambio de marzo al que más cuesta adaptarse. Igualmente, a pesar de que solo se trate de una hora de diferencia, por regla general a toda la población le cuesta sincronizar su reloj interno con los nuevos horarios.
La comunidad científica ha ido un paso más allá y, si bien cabe destacar que el cambio de hora tiene efectos a corto plazo que acaban siendo superados con el paso del tiempo, ya se conoce de antes el peligro de unos ciclos circadianos alterados.
Un ejemplo de ello lo tenemos en el caso de las personas que trabajan de noche o que no duermen cuando corresponde, siendo más propensas a padecer distintas patologías como diabetes, enfermedades cardiovasculares, obesidad y, también, problemas psicológicos entre ellos la depresión y la ansiedad.
¿Y por qué no se anula el cambio de hora?
A pesar de que se tienen cada vez más evidencias de que el cambio de hora cambia nuestros biorritmos, anularlo es un tema complicado, especialmente porque no solo es una cuestión de horarios.
Pensemos en el caso de España, donde usamos el GMT+1. El motivo de que usemos ese huso, además de por razones históricas, tiene que ver con nuestra relación económica con Francia y Alemania que, de cambiar a un huso distinto al suyo podría repercutir en cuestiones como el turismo y el comercio.
Otro de los motivos por los que no se ha decidido anularlo es que, si bien hay personas a quienes les afecta bastante, el período de adaptación a los nuevos horarios, aunque incómodo, no suele durar más de 5 días. Si bien puede ser molesto tener que levantarse una hora antes en marzo, y agradable hacerlo una hora después en octubre, a media que van pasando las semanas acabamos regulando nuestros horarios y nos coordinamos con el resto de la sociedad y sus exigencias horarias.
También está el hecho de que hay países en los que si no se hace cambio de hora en absoluto hay regiones en las que el sol saldría a unas horas que desbarajustarían los horarios de cualquiera. Volviendo al caso de España, si en este país mantuviéramos el horario de invierno todo el año, en la costa mediterránea amanecería a las 5.00 a.m. en junio, mientras que si se continuara con el de verano, la costa atlántica no vería la luz del sol hasta las 10.00 a.m. en el mes de diciembre.
Además, hay que intentar verle el lado positivo al cambio de hora. Gracias a estos dos cambios de hora al año podemos disfrutar de más horas de luz por la tarde, lo cual si bien no está tan demostrado que interfiera en el ahorro energético sí que es cierto que la mayoría de la población prefiere esa franja del día para dedicarla al ocio y el tiempo libre, momento que se disfruta más con el Sol todavía en el cielo que no en la total oscuridad nocturna.
- Dunlap, J. C., Loros, J. J., & DeCoursey, P. J. (Eds.). (2004). Chronobiology: Biological timekeeping. Sinauer Associates.
- Cell Press. (2007, October 25). Daylight Saving Time Disrupts Humans' Natural Circadian Rhythm. ScienceDaily.