El miedo es una de las emociones humanas más primarias que existen y una de las más importantes que tenemos, ya que nos ha ayudado a hacer frente a los peligros y amenazas del entorno, con rapidez, desde el inicio de nuestra especie.
Los miedos que arrastramos desde la infancia o que desarrollamos en la adultez conforman nuestra personalidad e indican el tipo de persona que somos, la forma en la que nos relacionamos con el entorno y nuestra capacidad para hacer frente a las adversidades, problemas u obstáculos diarios.
Es por eso que desde hace varias décadas tanto la psicología como la medicina se ha dedicado a estudiar en profundidad esta emoción humana para entendernos a nosotros mismos y para tratar una gran variedad de problemas o alteraciones psicológicas en las personas.
El estudio fisiológico de los mecanismos que desencadenan el miedo en las personas también nos ha ayudado a entender esta emoción tan importante, así como para saber cuáles son los elementos biológicos y hormonales implicados en el miedo.
En el artículo de hoy exploraremos el concepto del miedo y cuáles son sus consecuencias a nivel hormonal, desde el ámbito psicológico y también biológico.
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¿Qué es el miedo?
Podemos definir el miedo como una emoción natural presente en nuestro equipaje biológico y que experimentamos los seres humanos ante una amenaza real o imaginada y que nos ayuda a tomar la decisión de evitarla o confrontarla.
Se trata de una emoción desagradable que está presente en nuestras vidas desde el momento en que nacemos y que constituye parte imprescindible de nuestro aprendizaje y socialización con el mundo desde la primera infancia.
El miedo nos pone en alerta ante cualquier tipo de peligro presente en el entorno y resulta de gran utilidad sobre todo en la etapa infantil, período en el cual el individuo es acechado en todo momento por todo tipo de riesgos para su vida y conviene responder a ellos con rapidez.
Al ser una de las emociones primarias del ser humano y una de las más importantes a la hora de definir el carácter de una persona, el miedo ha sido ampliamente estudiado tanto en el mundo de la psicología como en la medicina, y constituye un eje central de algunas de las orientaciones psicológicas más influyentes del siglo XX.
Los miedos tanto infantiles como en la edad adulta son causantes de los traumas y también de todo tipo de trastornos psicológicos que pueden afectar ostensiblemente a la salud mental de las personas, por eso podemos concluir que el miedo es necesario para el ser humano pero en cantidades excesivas puede resultar muy dañino para la salud.
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Fisiología y bioquímica del miedo
Si hay dos hormonas de las que debemos hablar para explicar el funcionamiento biofisiológico del miedo estas son el cortisol y la adrenalina, dos de las hormonas más importantes para el correcto funcionamiento del organismo.
1. Cortisol
El cortisol es también conocido como hormona del estrés, por liberarse cuando la persona experimenta situaciones estresantes, aunque también se libera en el organismo en estados de ansiedad, angustia, miedo o sufrimiento.
Más concretamente, se trata del neurotransmisor encargado de gobernar aquellos estados emocionales que requieren una tensión física y motora para responder a ellos, por eso resulta tan importante en los casos en los que una persona puede sentir un miedo real o imaginario que pueda poner en peligro su integridad física.
El cortisol está producido por las glándulas suprarrenales, y su liberación es controlada desde el hipotálamo, uno de los principales centros neurálgicos de regulación hormonal del cerebro humano que actúa tanto en el sistema nervioso central como en el resto del cuerpo.
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2. Adrenalina
La adrenalina es conocida en el ámbito de la ciencia médica como la hormona del miedo, y es el neurotransmisor que pone en marcha el organismo para responder a una situación crítica de supervivencia en caso de que sea necesario.
Cuando la persona experimenta el miedo propio de una situación amenazante o de un peligro ya sea real o imaginado, la adrenalina es liberada rápidamente al torrente sanguíneo y esta se produce tanto en la glándula suprarrenal como en algunas neuronas del sistema nervioso central.
La función principal de la adrenalina es, pues, estimular el sistema nervioso simpático con el objetivo de otorgar a nuestro cuerpo la energía necesaria para huir del peligro que nos provoca el miedo o bien confrontarlo con la fuerza suficiente.
Con la liberación de adrenalina en el organismo, lo primero que experimenta la persona es un aumento de la frecuencia cardíaca, así como también una mejora del flujo sanguíneo, un aumento del metabolismo de la glucosa, mayor sudoración y un aumento de la presión arterial.
Ambas hormonas funcionan combinándose
Como se ha indicado, tanto el cortisol como la adrenalina son esenciales para el correcto funcionamiento del organismo en situaciones de miedo; por eso es importante que ambas hormonas sean liberadas al torrente sanguíneo en su justa medida.
No obstante, un exceso tanto de cortisol como de adrenalina puede suponer en la mayoría de casos verdaderos desequilibrios en el cuerpo, así como enfermedades y trastornos de todo tipo.
Por ejemplo, un nivel de cortisol anormalmente elevado puede provocar estados emocionales ansiosos en la persona, estrés, así como también irritables, tendentes al conflicto e irascibles. En estos casos la persona tiene dificultades para estar de buen humor y reaccionar proporcionalmente a lo que le sucede durante el día.
Por el contrario, un alto nivel de adrenalina puede causar enfermedades cardiovasculares, aumento de peso, casos de ansiedad o depresión, problemas digestivos, problemas metabólicos, dolor de cabeza, trastornos del sueño y problemas de memoria o concentración.
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